Quienes creemos en la existencia de Dios sostenemos que nada sucede, ni siquiera el leve movimiento de la hoja de un árbol, si no es la voluntad del Creador. No hay espacio para las casualidades, todo es producto de un plan perfectamente elaborado por Dios. Entre esa multitud de creyentes, incontables como la arena del mar, están Carlos Peña y Wiliberto Nieves, dos exjugadores de Grandes Ligas que ahora, revestidos de fe con apariencia de inquebrantable, se dedican a ser misioneros del Ser Supremo, rol que los trajo hasta Nicaragua, para compartir con la niñez matagalpina “aunque sea un poco de lo que el Señor nos ha dado”.
Se conocieron mientras militaban en los equipos categoría Tripe A de sus respectivas franquicias. “Nos conocimos en un momento difícil de nuestras carreras. A mí, los Yanquis de Nueva York me habían regresado a la categoría que sirve de antesala a las Grandes Ligas, y los Tigres de Detroit también lo hicieron con él. Recuerdo que en ocasiones nos hablábamos y nos animábamos. Nuestras conversaciones eran de fe, eran sobre Dios. Así fue cómo empezó a crecer nuestra amistad hasta convertirse en una hermandad maravillosa”, cuenta Nieves, tan inspirado como quien ha encontrado un tesoro.
“Los doce discípulos”
Peña y Nieves no llegaron solos a Nicaragua, diez compañeros más de la iglesia a la que asisten vinieron con ellos, para ayudarles a cumplir la misión solidaria que les encargaron, sintiéndose “como los 12 discípulos del Señor”. “Nosotros venimos a este país a servirle a la gente, principalmente a los niños. Venimos a compartir con ellos un poco de lo que el Señor nos ha dado, quisimos compartir con ellos los conocimientos que adquirimos durante nuestra etapa como peloteros de Grandes Ligas”, expresa Peña, con un tono suave, como el que caracteriza a los misioneros de Dios.
Durante varios días de la semana pasada, Peña y Nieves hicieron del Estadio Chale Solís, de la ciudad de Matagalpa, un escenario de mucho aprendizaje para la niñez. Por horas ambos compartieron con los infantes todo lo que ellos aprendieron en su estadía de más de una década en las Mayores, además de hablarles de la palabra de Dios. En pocos días se ganaron el respeto, la admiración y el cariño de la niñez matagalpina, pues no solo se quedaron enseñando en el centro de la ciudad, sino que extendieron su viaje misionero hasta varios municipios, compartiendo sus conocimientos sin reproche alguno, todo porque consideran que eso es lo que Dios quiere, que dispongan de su tiempo para los necesitados. “Los doce hombres que andamos aquí dejamos a nuestras familias y nuestras responsabilidades por venir a compartir con estos niños tan lindos, eso es lo que Dios quiere, que sacrifiquemos lo nuestro por ayudar a los demás”, dice Peña, pelotero que tuvo sus mejores años en Grandes Ligas con los Rays de Tampa Bay, del 2007 al 2009.
¿Nicaragua? ¡Buena idea!
Tras acabar su estadía en el mejor beisbol del mundo, Peña y Nieves se unieron al equipo de Dios. Actualmente son miembros de la iglesia Celebration (Celebración), fundada hace aproximadamente dos años y ubicada en Orlando, Florida.
“En nuestra iglesia siempre estamos buscando cómo devolver un poco de lo que Dios nos ha dado, porque Él ha sido muy bueno con nosotros. Fue en esa constante búsqueda de formas de servir al Señor que se nos ocurrió la idea de organizar un campamento de beisbol, en el que Wil y yo pudiéramos compartir con niños pobres lo que aprendimos en nuestras carreras profesionales.
No había pasado mucho tiempo luego de la ocurrencia, cuando nos dimos cuenta que teníamos un contacto en Nicaragua, y conscientes de que este es un país que ama el beisbol, decidimos llevar a cabo el proyecto, y ha sido un éxito enorme”, comenta Peña, contento de haber cumplido con la misión, la cual incluyó la realización de un festival de cuadrangulares y un partido de beisbol entre dos equipos conformados por peloteros de los Indígenas de Matagalpa y de la tropa de misioneros que vino desde Estados Unidos.
Sobre su estadía en Nicaragua, ambos peloteros coincidieron en que fue “una gran bendición, pues nosotros arribamos a esta tierra con la mentalidad de que veníamos a bendecir a estos niños, pero en realidad ellos nos han bendecido a nosotros con sus muestras de cariño”.
Testimonio de impacto
Desde la loma del Chale Solís, micrófono en mano y ante una multitud, Carlos Peño narró la historia de su vida, de cómo sus padres y él salieron de su natal República Dominicana hacia Estados Unidos en busca del sueño americano. El público guardó silencio y atentamente escuchó al expelotero.
“Fue difícil llegar hasta donde estoy ahora, pero Dios tuvo el control de todo. Al principio ningún equipo juvenil quería firmarme, los técnicos que me miraban jugar creían que yo no tenía mucho que dar, pero nunca me di por vencido y lo seguí intentando.
En uno de tantos intentos, recuerdo que me fui a un campo de beisbol y dije: ´voy a hacer el swing más fuerte que haya hecho en todo mi vida´. Así fue, conecté la pelota con tanta fuerza que viajó a una distancia exagerada. En el campo estaba el dirigente de un equipo de la mejor liga de novatos de Estados Unidos, me habló y me dijo que me quería jugando para su club. Acepté la propuesta y ese año terminé como el más valioso del torneo. Eso fue lo mejor que me pudo pasar, porque pronto fui firmado por un equipo de Grandes Ligas”, narró ante el público un emocionado Peña, quien tras contar los milagros de Dios que hicieron posible su trayectoria en las Mayores, pidió a su audiencia hicieran una oración. Todos accedieron, obedientemente inclinaron sus rostros y repitieron la oración. Luego inició el partido, bajo una leve brisa, con Peña y Wil alzando sus miradas al cielo, como diciéndole a Dios: ¡misión cumplida!
14 años jugó Carlos Peña en Grandes Ligas. 12 temporadas jugó Wil Nieves en el mejor beisbol del mundo. 286 jonrones conectó Carlos Peña en su carrera en las Mayores.