Hoy la vida va tan rápido que nadie tiene tiempo para la reflexión. Tenemos que estar las veinticuatro horas del día siempre atentos a lo que pasa, mientras una cantidad exagerada de canales que dicen ser de noticias, con uno o de temas que repiten hasta el cansancio, nos bombardean constantemente produciendo en nuestra mente una fatiga tal que ya no queremos resistir y nos rendimos a esa «verdad» instalada.
¿Habrá alguien que haya salido de este círculo enfermizo y poder pensar en forma independiente en que punto de la historia nos encontramos?
Hoy en la era del aceleramiento es casi imposible que el ser humano practique la reflexión, que logre una mirada retrospectiva y deje de pensar que lo que vive es lo que le dicta el mundo exterior. Lograr tomar conciencia de que él puede ser artífice de su destino con decisiones bien tomadas.
Pero llega Semana Santa y es un buen momento para que hagamos un alto en nuestro andar, nos arrodillemos a los pies de la Cruz y allí revisar como esta nuestra relación con Jesucristo, debemos tomar un tiempo de desenchufarnos de la influencia de uno y otro lado con sus mensajes interesados.
Creemos estar tan informados y muchas veces no podemos ni siquiera escuchar nuestra propia voz interior, tenemos que encontrar el momento y el lugar oportuno para concentrarnos en entender que es lo que Dios desea comunicarnos.
Antiguos coros nos invitaban a llegar a la cruz y en un momento de recogimiento evaluar como estamos tomando las últimas decisiones y sacar cuenta como viviremos los próximos años, debemos ser nuevamente influenciados ya no por el jefe de una editorial, sino permitir ser afectado por el poder soberano de Dios, es hora de decir que tenemos que «Volver a la Cruz»