A fines de septiembre, estuvimos con Valentín Cabral, de 28 años, oriundo de Las Flores, provincia de Buenos Aires, República Argentina, a quien entrevistamos para que nos relatara su experiencia de vida. Actualmente, Valentín está casado con María y tienen una hija Agostina (5 meses). Esta entrevista es un extracto del audio original, debido a su extensión.
Periodista: ¿Has tenido una vida bastante difícil, verdad?
V.C: Complicada.
-Pero, ahora ¿No es tan complicada…?
V.C.: No. Ahora no.
-Digamos que ¿Es mejor…?
V.C.: Mucho mejor a lo que vivía.
-¿Queres contar algo de lo que viviste…?
V.C.: Sí. En una etapa de mi vida, perdí un familiar muy querido. Y lo primero que vino a mi camino, fueron las cosas malas. Una de ellas, fue la droga. En vez de recurrir a buscar amor, llenaba ese vacío con drogas. Y a la larga, cuanto más consumía, más daño me hacía.
-Y mezclabas incluso, drogas con alcohol, ¿verdad?
V.C.: Sí. Mezclaba drogas con alcohol, y llegó un tiempo que me di cuenta de que me estaba haciendo pedazos. Me di cuenta que me estaba haciendo mal por dentro; por fuera; lastimaba a mi familia; no tenía vida.
-¿Llegaste a robar o a cometer alguna clase de ilícitos…?
V.C.: No. Nunca.
-¿Trabajabas?
V.C.: Sí. Trabajaba en GGM, PONY… (Una empresa que fabrica zapatillas).
-Trabajabas mal, seguramente. Y ¿cumplías…?
V.C.: No. Cumplía más o menos. No tenía la responsabilidad que tengo hoy.
-¿Estudiaste algo…?
V.C.: No. Primaria y nada más. Lo único.
-¿Y qué pasó en tu vida, que hoy estás sentado acá, tenes una familia y tu vida cambió?
V.C.: Un día de esos tantos, en la fábrica GGM, tenía un amigo (Mauricio Saavedra) que hacía tareas de limpieza, mientras yo trabajaba de noche, y el vino, se me acercó y me dijo: “Dios te ama”. Y lo primero que pensé fue: “¡Uhhh, este está re loco! Lo primero que me salió fue decir: “Está loco”. Pero, una parte de mí decía “Éste está loco”; pero otra parte de mí quería saber si realmente ese Dios me amaba; si realmente existía ese Dios.
-Porque ese era el punto que vos tenías de escasez, de necesidad…
V.C.: Había un vacío que yo lo llenaba con drogas y con alcohol.
-O sea que realmente quedaba en claro que vos tenías un vacío, y justo era eso: una necesidad de amor.
V.C.: Era eso, una necesidad. Todavía no sabía si era una necesidad de amor o no. Sabía que había una necesidad muy grande y no la llenaba nada. Por más que le inculcara (SIC) (leer: introdujera) drogas, alcohol, y otras cosas más…En el momento me olvidaba, pero después el dolor venía; la necesidad volvía cada vez peor; la droga me estaba haciendo pedazos
porque es así, la droga te hace pedazos… Y bueno, este chico no fue la única vez que pasó. Pasó dos o tres veces, y cada vez que pasaba yo me intrigaba más. Y un día, yo estaba haciendo mi tarea y frené todo. Recuerdo que se frenó la máquina, fue un momento. Fueron 15 minutos que paré la máquina porque no hice mi producción; no hice lo que tenía que hacer y realmente dije en mi cabeza, y en mi corazón, que sentía una necesidad de algo, había algo que necesitaba. Y así fue que le pregunté a Dios: “Que si realmente él existía que me mostrara; que me abriera camino; que me rodeara con sus cosas”. Luego tuvimos con este amigo Mauricio Saavedra, alias “Dibu”, un par de charlas más. Me invitó a un encuentro, donde fui lleno de expectativas. Tenía ganas de llenar ese vacío. Y realmente, conocí a Dios y realmente, él lo llenó. Y hoy, puedo decir…
-¿Qué Cristo es verdad?
V.C.: Que Cristo vive; que es verdad.
-Y ¿Qué te cambia la vida de verdad…?
V.C.: Sí. Te cambia la vida. Le da sentido a todo; le da sentido a la familia; te da sentido a vos mismo; te valoras vos mismo como persona.
-¿Te sacó el vacío? ¿Cristo te llenó? ¿Te completó como persona?
V.C.: Sí. Me completó como persona.
-Vos consideras que es verdad eso de que “Todas las personas desde que nacemos tenemos un agujero en el alma que sólo tiene la forma de Jesucristo”…
V.C.: Sí. Porque le podemos poner muchas cosas, pero…
-¿Dejaste la droga?
V.C.: Sí. Dejé las drogas; dejé el alcohol; dejé de fumar…
-¿Los extrañas…?
V.C.: No.
-¿No necesitas nada?
V.C.: No. A Jesucristo.
-¿Sos felíz?
-V.C: Sí.
-Tenes una esposa y una hija…
-V.C.: Sí. Tengo una esposa y una hija que las amo. Que le doy gracias a Dios… (…)
-Aquí en Las Flores, ¿Dónde vivís?
V.C.: En el Bº Solidaridad.
-¿Y pensás que Cristo puede cambiar la vida de las personas en el Bº Solidaridad?
V.C.: Sí. La vida de los jóvenes; de las personas grandes. Esa necesidad de amor que hay porque hay necesidad de amor en todos lados. No solamente en mi barrio; se ve en todos lados en la sociedad.
-¿Por qué crees que la gente no se acerca a Cristo? ¿Tiene miedo, vergüenza?
V.C.: Sí. Puede ser que tengan miedo; vergüenza por el qué dirán.
-¿A vos te da vergüenza decir que sos cristiano?
V.C.: No. Hoy no. Había un tiempo que sí, que me daba vergüenza como a todo el mundo.
-¿Te deba vergüenza ir a la Iglesia?
V.C.: No. No me daba vergüenza ir a la Iglesia. Pero, me daba vergüenza decir que era cristiano; me daba vergüenza hablar de Cristo. Y hoy pienso que no me tiene que dar vergüenza hablar de Cristo porque yo tengo amigos a mí alrededor que a veces la pasan mal y me gustaría ayudarlos. Si hay algún amigo mío que necesita ayuda, me gustaría darle un abrazo, una palabra de aliento, una oración… (…)
-¿Te gustaría dejar un último mensaje? Algo que te parezca que le podemos decir a la comunidad de Las Flores…
V.C.: Me gustaría decirles que realmente se acerquen a una Iglesia, y hago una reflexión como es el caso del Hospital. En el Hospital tenemos médicos, pediatras, cirujanos, enfermeras, el director, el equipamiento, y a la Iglesia llegamos los que estamos enfermos porque es un hospital
-Y la Iglesia es el Hospital del alma…
V.C.: Y realmente, tenemos el mejor médico que se llama Jesucristo. El viene a su tiempo, porque todo tiene su tiempo. Tener mi vida cambiada, como yo la tengo hoy, me llevó a dejar muchas cosas de lado. Pero, hoy, si las tendría que volver a dejar, las dejo a todas.
-Por eso hay ese nivel de consumo de drogas, de alcohol y de promiscuidad… Buscamos amor de una manera equivocada, ¿verdad?
V.C.: Buscamos las cosas donde no están.
-Todos nos hemos equivocado en momentos de nuestra vida, ¿verdad?
V.C.: Todos nos hemos equivocado y nos seguimos equivocando. Nos vamos a equivocar siempre.
-Sí. No es que cuando llegamos a Cristo después nos convertimos en seres perfectos. Pero, con Cristo, el caminar es… diferente.
V.C.: Con Cristo, el caminar es… diferente. Te motiva. Lo tenemos a Dios siempre encima diciéndonos: “Dale, te caíste, yo te levanto; te vas caer 10 veces, y 10 veces yo te voy a levantar”. Cuando yo quise salir de las drogas, yo me caí. Yo quería salir de las drogas, y volvía a caer. Quería salir y volvía a caer. Hasta que un día, Dios le puso límite. Y fue Dios quien le puso límites porque yo decía: “No quiero más”, pero volvía a caer. Pero, fue Dios el que le puso límites a las drogas, al alcohol, al cigarrillo. Yo por el cigarrillo lloraba; clamaba a Dios llorando, y las luchas las tenía siempre…
-Pero le pusiste tu parte, también…
V.C.: Yo puse mi parte, y Dios puso la de él. (…) Y una reflexión final: Cuando vamos a un gimnasio, vamos a hacer brazos, bíceps, piernas. Y yo tomo a la Iglesia como un gimnasio. Quiero remarcar bien esto: yo tomo la iglesia como un gimnasio espiritual; un gimnasio donde voy cada domingo a fortalecer mi alma; fortalecer mi corazón, mis ganas; a que Dios me renueve cada domingo; porque en la semana vienen luchas; tenemos problemas pero Dios siempre está con nosotros.-
Lidia Carosela