Vivir en la calle es peligroso en cualquier lugar del mundo. Pero, lo es más, para un niño. Y puntualmente, si el niño vive en las calles de Haití, eso ya se convierte en mortal.
Así nació “Streethearts”, la organización que lidera su fundadora Linsey Jorgenson, luego de que la situación de calle de los niños haitianos cautivaran su corazón.
«Lo primero que hago es orar porque con seguridad se necesita que Dios haga este trabajo «, dice Jorgenson.
Las calles de Haití no son el lugar indicado para un niño. Debido a la pobreza, a situaciones de abuso o por falta del núcleo familiar, muchos de ellos terminan allí. Es por eso que la misión de Jorgenson fue crear un refugio para niños que viven en las calles.
“Algo que es horrendo es el sacrificio infantil. Un practicante de vudú viene y por alguna razón paga para robarse el alma de un niño. Entonces apedrean al niño hasta matarlo y luego se roban su alma”, indica Jorgenson.
Ese terrible nivel de maldad ha llevado a “Streethearts” a ofrecer un “tap tap” o taxi haitiano que espera a los niños todas las noches para llevarlos al refugio, siempre y cuando ellos decidan hacerlo. Allí reciben una comida, una ducha y tienen una cama limpia para dormir. «Queremos que sepan que cuando llegue el día que decidan salir de las calles, allí estaremos», comenta Jorgenson. Además dice que, sobre todo, su esperanza para estos niños es verlos en el cielo.
«Eso es muy importante para mí. Cuando yo muera, y ruego que muera antes que ellos, quiero sentarme en la puerta, esperarlos a todos y verlos venir «, precisa Jorgenson.
Incansablemente, ella sigue adelante en busca de esos niños que aún no ha alcanzado. Los niños saben que cada noche vendrá el “tap tap”, pero que es su propia decisión aceptar la ayuda o seguir viviendo en las calles.