Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Estaba sola, preparando una hermosa mesa, luciendo la belleza de cubiertos que en otras épocas fueron de esplendor. Sus movimientos son de alguien que esta acostumbrada a la tarea, pero ya no con la rapidez de otros tiempos.
Muchos detalles, que para otros pueden pasar inadvertidos, con prolijidad son llevados a cabo; corre el gato que últimamente se está sentando en el sillón, sillón que era el rincón de lectura y que nadie podía usar, pero que ahora es el trono de “un pequeño tirano”.
Con el delantal seca sus finas manos, acomoda sus plateados cabellos, y de reojo mira el antiguo reloj como observando que toda su actividad esta muy bien calculada y bajo control.
Un aroma agradable viene de la cocina donde se dirige en su caminar seguro.
Por el gran ventanal que hoy abrió, entra el bullicio de todo el vecindario. Acomoda los últimos detalles, ahora se sienta unos minutos porque este día es distinto y se empieza a sentir cansada, porque muy fue al mercado, luego plancho el clásico mantel. Cierra sus ojos y sonríe como aprobandose así misma que todo esta bien.
Suena el timbre y todo su cuerpo se pone nuevamente en movimiento, mientras exclama -Si, son ellos, y llegaron. Y rápidamente se dirige a la entrada de la casa. Rizas, abrasos y besos son los ingredientes de este encuentro tan bien preparado.
Allí está entrando a paso firme el esperado hijo con su esposa, con paquetes y regalos, un “pequeñito” luego de un beso a la abuela, va corriendo y sin pedir permiso se sienta en el sillón.
La casa se llena de charlas, gestos amables y anécdotas del pasado. El tiempo se escurre y como queriendo que no termine, un comentario sigue al anterior, mientras el pequeño termina rendido por el sueño en el antiguo sillón de lectura.
A la medianoche, un estruendo les recuerda que tienen que alzar las copas, se miran unos a otros y ella en voz pausada y firme dice: -Este regalo que ustedes me dieron (dirigiendose al pequeño dormido) me cambió la vida, me llenó el corazón de alegría y pude (con una sonrisa) entregarle mi sillón que no se lo prestaba a nadie. Y hoy festejo que otro niño un día llegó a mi vida, me dió la alegría que hoy tengo, porque también de mi propia voluntad le entregue el sillón de mi corazón que no lo quería compartir con nadie.