La industria automotriz se ha desarrollado mucho, dando cumplimiento, en parte, a lo que está profetizado, que la ciencia se aumentaría en los tiempos del fin (Ver Dn. 12:4). Por ejemplo, se ha querido desde el 2014, que todos los automóviles tengan una cámara en la parte posterior, que ayude a percibir los peligros tras la vista del conductor, cuando se está retrocediendo. ¿Pudiéramos imaginar un auto que tuviera el defecto de no tener retroceso?
Mas, este hipotético defecto, vendría a ser en el sentido espiritual, una virtud insustituible en los que creemos en Cristo para salvación, porque “… nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:39). Cuando se trata de peregrinos que van al cielo, si retrocediéramos, primero, sería para perdición; segundo, no agradaría al alma de Dios (v. 38, 39).
Los relatos bíblicos sobre los que retrocedieron, justifican estas dos afirmaciones:
1. La mujer de Lot, aunque había sido advertida junto a su esposo, que en su peregrinar hacia la salvación, no miraran tras sí, ella desobedeció, y al tornar la mirada, se perdió; fue echa estatua de sal (Ver Gn. 19:17, 26). La consecuencia de su retroceso fue tan aleccionadora, que Cristo la retomó al advertirnos: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17:32).
2. Muchos de los discípulos de Cristo, retrocedieron y dejaron de andar con él, abrumados por la que calificaron como dura palabra que él les había hablado. Al suceder así, el Señor inquirió a sus doce discípulos: “¿Queréis acaso iros también vosotros?”. Pero Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Ver Jn. 6:60, 67-68). El Señor no hace adeptos suavizando su mensaje para adaptarlo a aquel que no esté dispuesto a pagar el precio por seguirle. El objeto más llamativo del mensaje de Cristo, es la cruz, y ella tiene su propio tropiezo, para aquellos que no aceptan el reto de negarse a sí mismos, para seguirle (Ver Mt. 10:38; Lc. 7:23; Gál. 5:11).
3. Ese fue el caso de Demas, quien retrocedió, amando este mundo, y se fue (Ver 2 Ti. 4:10). El corazón puede llevarnos tan lejos como le permitamos engañarnos (Cf. Jer. 17:9). Por tanto, “… sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Prov. 4:23). “… buena cosa es afirmar el corazón con la gracia…” (He. 13:9).
“Pero nosotros no somos de los que retroceden…”.
Es al grupo “… de los que tienen fe para preservación del alma”, al que pertenecemos. La fe contiene una sensibilidad sobre el presente, y una expectativa de futuro. Es certeza de lo que se espera; es convicción de lo que no se ve (Ver He. 11:1). Nunca está basada en recuerdos de un pasado al cual ya no podemos mejorar. Los justos deben saber que su senda es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Ver Prov. 4:18).
Aquí, algunas motivaciones de nuestra carencia de retroceso:
· En el camino hacia delante, debemos ser “… imitadores de Dios…” (Ef. 5:1), quien nada deja a medias. “… el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). Así que podemos decir con el Salmista: “… Jehová cumplirá su propósito en mí” (Sal. 138:8).
· Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor lo mandó a seguir hacia adelante: “… anda delante de mí y se perfecto” (Gn. 17:1). La ruta debía ser hacia más comunión y perfección.
· Cristo identificó la buena tierra, como aquellos que dan fruto con perseverancia (Lc. 8:15).
· Por tanto, Bernabé y Pablo, al hablar a los hermanos, “… les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios” (Hch.13:43). Pablo mismo modelaba esta virtud: “… de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio… ” (Hch. 20:24).
· Tomando como modelo al que se lleva el premio en la carrera, el Espíritu Santo nos anima: “Corred de tal manera que lo obtengáis” (1 Co. 9:24).
· Así que “… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús el autor, y consumador de la fe (Ver He. 12:2).
· Es con el “defecto” de no tener marcha atrás, que los santos son fieles hasta la muerte, para recibir la corona de la vida (Ver Ap. 2:10).
Finalmente, saber a qué hemos sido llamados, incentivará nuestro continuar
1. Pablo fue llamado a ser predicador, apóstol y maestro de los gentiles en fe y verdad (1 Ti. 2:7). A eso dedicó toda su carrera. Por tanto, habló con seguridad sobre su llegada a la cumbre: “… yo ya estoy para ser sacrificado y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe; por lo demás me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (Ver 2 Ti. 4:6-8).
2. Pedro fue llamado al apostolado de la circuncisión (Ver Gl. 2:8). Conocía tanto su carrera como su coronación final. Por tanto, anticipó también su momento triunfal: “… sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado” (2 P. 1:14).
3. Nosotros hemos sido llamados por Dios, a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Co. 1:9). Es comunión permanente (Ver 1 Jn. 2:27, 28). Necesitamos preservar el alma. Por tanto, olvidando ciertamente lo que queda atrás, extendámonos a lo que está adelante, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Ver Fil. 3:13-14).
“Porque aun un poquito, y el que ha de venir vendrá y no tardará (He. 10:37). Ante esa verdad irreversible, la ausencia de retroceso, es Un “defecto” que nos conviene tener
Por Eliseo Rodríguez.