Al igual que Cenicienta, la pequeña Esti* fue maltratada por su madrastra. Creer en Jesús empeoró aún más su vida. Sin embargo, como en el entrañable cuento, su perseverancia y compasión finalmente le dieron un final feliz y la oportunidad de servir a otros.

Esti* (51), una creyente de origen musulmán, solo tenía un año cuando su madre falleció. Su padre se casó con otra mujer para que cuidara a sus seis hijos. Aunque el padre de Esti la quería profundamente, su madrastra la maltrataba. Por ejemplo, cuando no había nadie más en casa hacía pasar hambre a Esti hasta que esta se quedaba dormida en el suelo. “Tenía tanto miedo que no le dije nada a mi padre. Recuerdo que una vez mi cuerpo entero se estremecía de hambre”, narra con lágrimas en los ojos, incapaz de terminar la frase.

Tras acabar el instituto, Esti se quedó con su hermano mayor para buscar trabajo. Le sorprendió ver cuánto había cambiado este; pasó de ser un jugador bebedor a ser un hombre bueno y responsable. Al parecer había encontrado a Jesús. Su nueva fe y transformación motivaron a Esti a ir a la iglesia y más adelante aceptó a Jesús como su Señor y Salvador.

“Poco después de convertirme volví a quedarme con mi padre y practicaba mi fe cristiana en secreto. Le decía que los domingos iba a un ensayo musical cuando realmente iba a la iglesia”, explica. Todo iba bien hasta que un día el pastor visitó la casa de Esti y por equivocación le reveló al padre la nueva fe de su hija. Furioso, su padre le dio a elegir entre Cristo y él. Eligió al primero y la echaron de casa.

Justo cuando Esti estaba a punto de dejar atrás el sufrimiento de su infancia, la desgracia llegó de otra manera. Su familia y amigos cercanos la insultaban y escupían. Pero estaba resuelta a responder con bondad y visitaba a su padre regularmente. “Quería que mi respuesta fuera un reflejo de Cristo, con la esperanza de que aceptarían mi decisión”, comenta Esti.

 

“Jesús es suficiente para mí”

La tortura emocional empeoró. Precisamente cuando empezaba a pensar en volver al islam, Dios le mostró Su amor de maneras inesperadas: era salvada de accidentes mortales, o era curada de graves enfermedades,… No obstante, a pesar de todo esto, las dudas persistieron. Cerca de la desesperación, desafió a Dios a mostrarse a Sí mismo… y lo hizo. “Mi corazón saltó de gozo cuando Él se me mostró estando en la iglesia. Entonces prometí seguirle adonde quiera que me lleve”, continuó explicando. Con ese compromiso, se inscribió en una Escuela Bíblica.

Al mismo tiempo, su padre intentó llevarla de vuelta al islam, atrayéndola con oro y poderes místicos. Como clérigo islámico y como poderoso chamán de la localidad, tenía la habilidad de maldecir a la gente con enfermedades o crear de la nada objetos de valor. Una amplia mayoría de musulmanes en Java (Indonesia) practican el islam popular, una mezcla de islam y creencias y rituales sobrenaturales. Esti permaneció firme en Cristo. “No quiero tus tesoros, padre. Soy creyente. Jesús es suficiente para mí”, le dijo ella.

Esti se graduó en la Escuela Bíblica, se ordenó como pastora y se casó con un pastor. Fueron enviados a un pueblo con tan solo cinco familias cristianas en una sociedad mayoritariamente musulmana. Un campo perfecto y listo para la cosecha, pensaron. Pese al rechazo inicial, sus vecinos finalmente abrieron sus corazones al Evangelio al ser testigos del piadoso estilo de vida de la pareja. Hoy, alrededor de cien creyentes asisten a la iglesia de Esti, todos de trasfondo musulmán.

Su gozo se completó cuando su padre finalmente aceptó a Jesús. “Aceptó la oración en el nombre de Jesús en su lecho de muerte e incluso consintió que oráramos para romper su vínculo con el mundo místico. Ahora está a salvo en las manos de Dios”, cuenta Esti.

Fortalecida para fortalecer a otros

Puertas Abiertas y Esti comparten la labor de fortalecer a los nuevos creyentes en su iglesia mediante la enseñanza del curso de “Firmes en la Tormenta” sobre los principios bíblicos de la persecución. “Solía enseñar sin administrar mi tiempo o sin considerar la capacidad de los estudiantes para comprender el material. Pero gracias a vuestra formación para formadores ahora controlo mi tiempo y las lecciones”, explica.

Y gracias a un seminario de mujeres organizado por Puertas Abiertas, Esti aprendió lo que significa ser una buena mujer, esposa y madre. “También aprendí que está bien expresarnos libremente en público”, cuenta la pastora, que, debido a su origen musulmán había creído que las mujeres eran inferiores a los hombres. “Hacernos oír no disminuye el respeto hacia nuestros esposos”, añade.

Actualmente, el ministerio de Esti va más allá de lo espiritual. Forma a mujeres pobres del pueblo en habilidades para generar ingresos, como elaborar decoraciones para el hogar. Incluso trabaja como voluntaria como formadora de Puertas Abiertas para el ministerio de las mujeres.

*Nombre real cambiado por motivos de seguridad.