Recientemente un equipo de cristianos se dirigió a los distintos puntos de la región montañosa de Nuba, en Sudán. Muchos líderes se reunieron para estudiar la Palabra de Dios y enfrentar las dificultades y los retos que asechan a su comunidad. Compartieron sus testimonios y a pesar de las sonrisas, se podía ver que muchos estaban sufriendo.

“Es la misma vieja historia. Los bombardeos continúan mientras el Gobierno trata de expulsar a la gente de Nuba. Los pastores nos contaron cómo el Gobierno ocupó y atacó sus aldeas y luego se retiraron, provocando un gran daño. Las bombas caen al azar, en cualquier parte y desgraciadamente es algo común ver Biblias y pistolas juntas en el suelo”, dijo un pastor.

Un anciano perdió su hogar, su ganado y sus cultivos. Enfadado, se quejó al Señor. Cuando le preguntó a Dios por qué había pasado eso, notó una voz interior diciéndole “Ana fie (estoy aquí)”. Estas palabras le confortaron y le dieron la fuerza para seguir adelante. Otro contó que a pesar de que perdieron todas sus posesiones terrenales durante el ataque, escogieron no quejarse sino alabar a Dios por no haber perdido la vida o resultar heridos.

Mientras que los aviones y las bombas solo representaban una parte de la realidad, el equipo fue capaz de recordarles la otra parte: Hay esperanza en el quebrantamiento porque nuestro Dios es el Dios de todo consuelo y Padre de compasión. A través de Su presencia en nuestra vida puede que nos hagan caer, pero no nos destruirán. ¡A Él sea toda la gloria!