Lauran Bunting sufrió un cierto choque cultural cuando llegó al instituto como novata tras haber estudiado siempre en casa como homeschooler. Habiendo sido educada como cristiana, tenía unos principios morales a los que quería ser fiel, pero admite que se relajó un poco con el deseo de caer bien en el colegio.
Cuando llegó el momento de graduarse, estaba embarazada de nueve meses. Pero su historia no es la que muchos esperarían.
Estando en último año, Lauran se enamoró de un chico que mostró hacia ella un gran respeto. Ella le explicó a su nuevo novio que quería esperar para tener relaciones sexuales y él le dijo que le parecía muy bien. Pareció comprender perfectamente sus deseos. Los padres de Lauran no querían que saliese con él, pero ella siguió haciéndolo de todos modos.
Lauran Bunting, joven estudiante jamás imaginó que el hombre con quien salía, el cual le mostraba gran respeto, terminaría violándola, quedando embarazada y en estado de shock. Lauran devastada no pudo ocultar su embarazo a sus padres, pero decidió no contarles que había sido violada por verguenza. «Mi padre dijo: Tienes que abortar», explica Lauran.
«No recuerdo jamás haber llorado tanto en mi vida.» No creía que el aborto fuera lo correcto; así que sus padres decidieron que debería dar en adopción al bebé y ella aceptó. A sus 12 semanas, ya había una pareja que quería adoptarlo. Pero cuando salía de hacerse un ultrasonido, unos voluntarios se acercaron y le entregaron un clavel junto con las palabras de Jeremías 29:11:
«Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Lauran no pudo contener las lágrimas, sabía que esto era una señal de Dios; Él estaba hablando con ella. Entonces tomó la decisión de quedarse con el bebé. No sabía cómo iba a hacerlo, pero estaba decidida. Finalmente les contó a sus padres su mal episodio y ellos supieron comprenderla.
Lauran perseveró y se graduó, dando a luz a su hija Isabella. Hoy en día, Isabella es de 5 años de edad y es la adoración de sus abuelos. “Dios no solo cambió mi corazón, sino también el de mi familia», dijo Lauran. Isabella sabe que tiene un padre por ahí, pero que sobretodo Dios es su padre, y él será el mejor padre que jamás podría tener. «Esta es la bendición más difícil que he tenido”, dice Lauran, «y no lo cambiaría por nada.»