Estimada es a los ojos de Dios la muerte de sus Santos. Y nosotras ¿Cómo podemos sobrellevar el dolor ante la partida de un ser amado?

Mujer, hoy nos reúne una vez más, nuestra reflexión semanal y hoy el tema del cual quiero hablarte es sobre el dolor ante la pérdida. 

Tal vez en algún momento de tu vida, te ha tocado enfrentarte ante ese momento que a ninguna de nosotras nos gustaría atravesar. Hay situaciones cotidianas, que nos llevan a replantearnos el valor de la vida, las distancias innecesarias, la falta de perdón ante pormenores que llevan años sin resolución. Es crudo hablarlo de esta manera, pero todo lo que tenemos es el hoy, ya que el mañana no es nuestro, de esta manera lo mencionan las Escrituras en Mateo 6:34 (NTV)

“Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy”

Así te parezca extraño, quiero mencionarte que la vida del ser humano proviene de Su hacedor, Dios. Es don de Dios, es imagen e impronta de Dios, es participación de la vida de Dios. Por tanto, Dios es el único dueño y señor de la vida; el ser humano no puede disponer de ella. Dios tiene en sus manos la vida de todo ser viviente y el espíritu de todo ser humano. Esto podemos encontrarlo en Job 12:9-10. 

Teniendo en cuenta la estima que tiene la vida para los seres humanos, es que podríamos llegar a comprender, por qué perderla ocasiona tanto dolor; y es que cuando se va, no regresa. Cuando se va el dolor de la partida del ser amado es terriblemente difícil de soportar. Muchas de las personas pasan por las fases del duelo: la negación es la primera, es una de las primeras reacciones que se producen de manera inmediata; la ira puede ser la otra; la depresión y la aceptación. 

El dolor de la pérdida es incomparable a cualquier dolor, es que si bien hay partidas más tardías, hay otras demasiado tempranas. Ahora sabemos asimismo que es un proceso inherente y resulta imposible separarlo de la vida; ambas están fuertemente unidas. 

Ahora bien, imagino que en este momento que te encontrás leyendo esto, tal vez las lágrimas estén recorriendo tus mejillas porque el recuerdo no puede desaparecer; tal vez  la bronca de no comprender los por qué; ó la impotencia de que fue demasiado temprana; ó el remordimiento de no haber compartido momentos por enojos extensos. Sea cual sea el motivo, hoy Dios puede aliviar tu alma, puede traer consuelo. En este momento también mi corazón se encuentra invadido por momentos, por recuerdos de gente amada y querida que ya no está, que han partido a la presencia de Dios, sea cual haya sido la causa. 

Es mi anhelo que en este momento, al llegar a esta instancia, puedas apropiarte de esto: La fe es nuestro gran refugio, la que nos ayudará a superar el dolor. La fe nos brinda la fortaleza y la serenidad que precisamos para superar el dolor. La resurrección de Jesús nos da la confianza absoluta e irrefutable de la vida más allá de la muerte, pero también trae una clara convicción del misterio mismo de la muerte de cada uno de nosotros. El libro de Juan 11:25-26 dice: “Entonces Jesús le dijo:- Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”

Asimismo el Libro de Romanos 14:8 menciona: “Si vivimos para el Señor vivimos; y si morimos para el Señor morimos, para el Señor morimos. Así pues, que vivamos o que muramos del Señor somos” 

2 Timoteo 2:11: “Este mensaje es digno de crédito: Si morimos con él, también viviremos con él”

Ten ánimo y entrega tu dolor a Jesús. Ten plena confianza de que él enjugará toda lagrima de tus ojos, llegará el momento en que ya no habrá más muerte, ni más llanto, ni clamor, ni dolor. Él te sostiene, prosigue a la meta en Cristo Jesús. 

 

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Photo: Amadeo Valar / Unsplash