En el Nuevo Testamento encontramos muchos ejemplos acerca del ministerio a los niños. Las palabras de Jesús y su ejemplo, son un modelo a seguir para nosotros hoy.

En el Nuevo Testamento, frecuentemente vemos niños cerca de Jesús. Llegaban a Él y oían sus enseñanzas. En Mateo 10:42, el Señor se refirió a los niños como sus discípulos. “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.”

Cuando los discípulos discutieron sobre quién era el mayor, Jesús tomó a un niño y lo puso en medio de ellos, diciéndoles que debían humillarse como ese niño para llegar a ser mayor en el reino de los cielos (Mt 18:4).

Más tarde, los líderes religiosos se indignaron viendo a los niños que clamaban alabanzas a Jesús por haber sanado a los ciegos y a los cojos en el templo (Mt 21:14-15). Jesús defendió a los pequeños, porque ellos sabían quién era Él.

David dijo: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal 51:5). Nosotros debemos darles a los niños la oportunidad de aceptar a Jesús como su Salvador tan pronto como ellos comprenden qué es el pecado. Al final de la historia de la oveja perdida, Jesús dijo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”
(Mt 18:14).

A menudo los niños aceptan a Jesús cuando les damos la oportunidad.

El Señor sabía que ellos lo amarían, por eso dijo:
“dejad a los niños venir a mí”
(Mt 19:14).

La voluntad de Dios es que ninguno perezca.