La generación que sin estudios educó a sus hijos.
Una generación que la familia estaba en primer lugar.
Se respetaba a los mayores.
Se ayudaba al vecino (próximo).
La que, a pesar de la falta de todo, nunca permitió que faltara lo indispensable en casa.
La que enseñó valores; empezando por Amor y Respeto.
Se está muriendo la gente que enseñaba a los hombres el valor de una mujer y a las mujeres, el respeto por los hombres.
Se están muriendo los que podían vivir con pocos lujos, sin sentirse frustrados por ello.
Una generación que sembró la tierra. Que trabajaba muchas horas al día, para que sus hijos tengan el pan en casa.
Los que trabajaron desde temprana edad y enseñaron el valor de las cosas, no el precio o las marcas de moda.
Mueren los que pasaron por mil dificultades y sin rendirse nos enseñaron cómo vivir con dignidad.
Los matrimonios duraban toda la vida.
Los que después de una vida de sacrificio y penurias, se van con las manos arrugadas y la frente en alto.
Una generación que tenía palabra, que era responsable, sabía decir permiso o perdón si se equivocaba, una generación agradecida a Dios.
Se está muriendo la generación que enseñó a vivir sin miedo.
Una generación con ética y valores que amala vida.
Que decía el aborto es homicidio y pecado.
Ellos decían el maestro tiene la razón, y hay que respetarlo.
El sueño de ellos era: que mis hijos sean maestros, o policía, o enfermero, que sean personas de bien y no de mal. Que aman a su patria y si es posible que den su mejor esfuerzo por su país.
Dejamos un legado importante y ellos han seguido, pues la base ha sido muy importante. Que los que nos siguen emulen con su ejemplo las enseñanzas que dejamos para construir las próximas generaciones.
¡Se está muriendo!
La generación que nos dio la vida.
En honor a mis abuelos Gaitano Iantosca y Asunta Mollo
Y mi madre: Maria Sabina Iantosca
Una generación que la guerra no pudo matarlos.
Photo: Laura Fuhrman / Unsplash