El padre Sam Okwuidegbe, director de un centro local espiritual, compartió su historia esta semana en la web de Superiores Jesuitas de Africa y Madacasgar, recordando que su rapto en abril de 2016 tuvo lugar mientras iba a un retiro en Onitsha, en el estado de Anambra. “ «Al mirar arriba vi a hombres con máscaras y rifles AK47. Yo estaba muy asustado. Detuve mi auto abruptamente y comencé a retroceder, pero cuando quise hacerlo, un hombre apareció y dijo ‘Si no sale del auto, le disparo’”, contó Okwuidegbe.

Él pudo identificar a los secuestradores como pastores Fulani, de un grupo radical islámico que ha matado a miles de personas en nigeria, incluyendo muchos cristianos, en las últimas dos décadas. Okwuidegbe fue raptado con otros dos hombres en un viaje peligroso bosque adentro. “Yo estaba muy conmovido, y comencé a preguntarme qué me estaba pasando, qué estaba haciendo en ese bosque. Sentía frío extremo y en mi confusión me dije ‘Esto no puede estar pasando, Dios, esto no puede estar pasando’”, recordó. El cura y los otros hombres fueron despojados de todas sus pertenencias y cuestionados. Debido al trauma de la experiencia, él no podía recordar algún número de teléfono para llamar para negociar por su liberación y paga a los terroristas. “Eso desencadenó una serie de golpes. Ellos me apretaron, manos y pies atados a la espalda con una soga como una cabra antes de ser faenada. Me quitaron mi sotana, luego mi camisa, me tiraron a la suciedad del piso, y comenzaron a golpearme con las culatas de sus armas. Me patearon fuerte en mis costados, me abofetearon en la cara, me apretaron contra el suelo. Uno de ellos dijo ‘¡Te vamos a quemar vivo!’”, describió Okwuidegbe.

Durante la experiencia, el cura dijo que oraba a Dios en silencio, aunque se resign a que iba a morir. “Esperaba por un milagro… cada minuto oraba una oración distinta. Recé a San Ignacio, dije las oraciones del Rosario, de la divina Misericordia. De un momento a otro me encontraba cantando por dentro una canción ghanesa que dice “Dios háblame, ¿dónde estás?”. Continué haciéndolo en mi corazón, eso me dio esperanza”, contó.

Luego otro hombre en cautiverio logró recordar el número del cura jesuita provincial Jude Odiaka, y ahí comenzaron las negociaciones para su liberación. Eventualmente, luego de que los asaltantes obtuvieran promesas buscadas, Okwuidegbe fue abandonado a la deriva en el bosque. El cura dijo que cuando regresó a casa, oyó que mucha gente había estado orando por él”. «En todas estas cosas que Dios me reveló, pude ver que no me abandon ni en el bosque, aun cuando estaba en peligro y fuera del mapa; Dios oyó mis oraciones y estuvo conmigo”, afirmó, y agregó “esto ha renovado mi fe en Dios, mi fe en la gente… en el ser humano. El regalo de Dios de la amistad y de que si lo que hago importa, la gente con la que lo hago también es importante.”.

En enero, el obispo Diamon Emuobor, director de la Asociación Cristiana de Nigeria, notó que los cristianos están enfrentando peligros crecientes en manos de los extremistas, y los instó a protegerse a sí mismos. “Los cristianos deberían defenderse a sí mismos y a quien no tiene espada. Deberían vender su abrigo y comprar un para defenderse. Somos todos seres humanos, nadie debería capturarte como un caracol y torturarte porque crees en Jesucristo”, dijo Emuobor en esa oportunidad.