El Señor Jesucristo fue llamado «maestro» unas 60 veces en las escrituras (raboni).
Es interesante notar que uno de los requisitos de un líder en la iglesia es la habilidad de enseñar (1 Timoteo 3:2). La Biblia habla también del don o ministerio de la enseñanza (Romanos 12:67, Efesios 4:11) y les da lugar de importancia a los maestros entre los demás ministerios.
Veamos juntos algunos requisitos:
– Debe tener una relación personal con Cristo Jesús.
– Debe vivir la vida cristiana en obediencia a la palabra de Dios. No puede vivir en abierto desacuerdo con los principios bíblicos.
– Debe ser sensible, tierno e interesado en las necesidades de los otros.
– No debe temer el trabajo duro, ya que la enseñanza requiere horas de preparación y estudio, además del desgaste emocional y espiritual al enseñar.
– Debe ser creativo con ideas originales, y saber buscar información de otras fuentes. Debe ser capaz de adaptar las lecciones a los alumnos con pensamientos nuevos, sin alterar los principios eternos de Dios.
– Debe tener una actitud positiva y entusiasta. El carácter del maestro influye en la enseñanza.
-No debe ser demasiado pasivo ni pesimista.
– Debe ser persona con autoridad. Esa cualidad puede desarrollarse cuando hay una auténtica convicción de que estamos ocupados en un ministerio espiritual importante. La inseguridad es lo que hace perder sus cualidades de líder a muchas personas.
Ser maestro de la palabra de Dios, es el mayor privilegio que se puede gozar. Significa estar íntimamente vinculado al Maestro por Excelencia, nuestro Señor Jesucristo, ya que gran parte de su ministerio comprendía la enseñanza. Él delegó poder y autoridad a sus seguidores para que continúen esa labor.
«Id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; más el que no creyere, será condenado.» Marcos 16:15-16.
«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» Hechos 1:8.
Dios ha puesto sus ojos en los maestros, y ese deseo de enseñar que brota desde lo profundo de su ser, no es sino un llamado del Señor.
Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
2 Timoteo 2:2
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