Hugo Escobar hoy tiene 29 años; trabaja para la empresa GGM SA. y vive en Las Flores (Buenos Aires, Argentina), en Pte. Perón 911, junto a su esposa Valeria Perlo (24) y la pequeña Leonela (2), la hija de ambos. Pero Hugo Escobar, como todos, tiene un pasado. Un pasado, terriblemente doloroso, del que pudo sobrevivir gracias a Dios. Y en este caso, precisamente el “Gracias a Dios” no es una frase hecha sino una realidad. Pero, para saber más…

Un poco de historia

Hugo Escobar nació en la ciudad de Colonia Juan Pujol, provincia de Corrientes. Su mamá lo hizo nacer allí porque su papá no lo quería reconocer. Por eso, aún hoy, lleva el apellido materno. A los 5 años, vino con su mamá y otros hermanos, a vivir a Lavallol (Conurbano bonaerense) donde vivía su papá, de apellido Rodríguez. Al principio, su papá trabajaba y tenían una buena situación económica. Luego, comenzó con los reproches a su mamá porque tenía hijos que no eran suyos y él comenzó a emborracharse. También Rodríguez, tenía otros hijos. (…) Hubo un episodio de violencia, y los hijos mayores de Rodríguez echaron a la calle a Hugo, a su mamá y a sus hermanos. Pasaron unas semanas, y todos regresaron a vivir nuevamente en la casa con Rodríguez. Pero, el hombre ya era un alcohólico y prodigaba toda clase de malos tratos y golpes a sus hijos. Aunque Hugo, tenía 6 años, ya pensaba en irse de su casa. Incluso, ambos padres se eran infieles mutuamente, y sus hijos tenían conocimiento de ello. Todo esto era un motivo más para que Hugo quisiera irse de su casa lo antes posible. Varias veces se escapó y al regresar su padre le daba tremendas palizas. (…).

Hugo recuerda también que tenía dos hermanas mujeres que un día se fueron de la casa para comprar agujas e hilo y no regresaron nunca más. Él también, un día harto de todo, se fue a vivir a la calle con tan sólo 7 años. (…) Juntaba las monedas que podía; con unos almohadones y bajo el amparo de una Ligustrina, había hecho su casa. Después de un tiempo, se fue a dormir a la Plaza de Temperley. Un día, Dios lo libró de que un hombre abusara de él. Más tarde, se fue a vivir a Plaza Constitución (Terminal de trenes). Estaba todo sucio; pedía monedas y con eso comía o se las gastaba en los juegos electrónicos. De este modo, Hugo se olvidaba de su realidad. Por vivir en la calle, la Policía Federal lo detuvo y fue preso. Luego, lo trasladaron a un reformatorio en Bajo Flores (CABA). Después de unos días de estar allí, lo llevaron a su casa. Un día, cuando su mamá fue hasta el Jardín de Infantes a buscar a su hermanito más pequeño, Hugo nuevamente se fue para nunca más volver. Vivió en la calle hasta que llegó a Las Flores.

En el Hogar de Niños “Martín Miguel de Güemes” de Las Flores

En 1993, con tan sólo 9 años, Hugo Escobar llega al Hogar de Niños “Martín Miguel de Güemes” de Las Flores.

-¿Cuánto tiempo estuviste en el Hogar de Niños de nuestra ciudad?

H.E.: Acá estuve hasta 1997. Luego, con tres chicos más, nos fugamos.

-¿Por qué se fugaron del Hogar de Niños?

H.E.: Nos fugamos porque recibimos mucho maltrato. (…) Fueron muchos y muy fuertes los malos tratos durante los 4 años que estuvimos; maltratos con la mano y con la boca (golpes e insultos). (…)

Una hermana muerta por sobredosis de cocaína

Hugo Escobar perdió a su hermana Miriam, de 24 años, por sobredosis de cocaína. A ella, la encontraron en la calle, ya muerta, en CABA. Hugo tenía 13 años cuando supo de esta triste noticia.

A los 11 años, Hugo comienza su derrotero con la droga. Su mamá fallece en un accidente de tránsito.

Luego de escaparse del Hogar de Niños “Martín Miguel de Güemes” de Las Flores, en 1997, y cuando Hugo ya tenía 11 años, regresa a Buenos Aires, y se involucra en las drogas.

-¿Llegaste a traficar droga?

H.E.: Estuve a punto de hacerlo.

¿Llegaste a robar para comprar droga?

H.E.: Sí. Robábamos para consumir droga.

¿Qué consumías?

H.E.: Comencé con el Poxiran. Luego, fue con Marihuana, con Cocaína; luego mezcla. También empecé con el alcohol. También fumaba.

-¿Dónde vivías? ¿En la calle…?

H.E.: Sí. Vivía en la calle con mi mamá y otro hermano; buscábamos comida en la basura; y abríamos puertas de taxis para juntar monedas. Después, en Lavallol, conocí a un amigo de mi papá que se dedicaba a robar. El me preguntó si yo me animaba; le dije que sí y así empecé a robar yo también. Después, mi mamá fallece a raíz de un accidente de tránsito en CABA.

Los primeros pasos hacia el cambio

Cuando Hugo Escobar tenía 17 años se drogaba; se alcoholizaba; y robaba para poder pagar estos vicios. Su mamá y su hermana habían fallecido. También tenía mucho odio y rencor por todo lo que le había pasado en su vida. (…).

H.E.: Cuando se muere mi hermana yo despierto.

-¿Te hace un “click” la cabeza…?

H.E.: Sí. Me hace un “click” la cabeza y me dije: “Si yo sigo con mi vida así, voy a terminar igual”. Cuando estuve en Las Flores, una familia me había adoptado. Pero, yo no me entendía con esa familia por todo lo que había pasado. Yo tenía un problema y ellos no me entendían. Yo no sabía cómo explicar lo que me pasaba. La muerte de mi hermana me hace pegar un giro y me digo: “¿Qué estoy haciendo con mi vida…? Al poco tiempo, salgo de las drogas pero las reemplacé con el alcohol.

-¿Así que te volviste un adicto al alcohol…?

H.E.: Sí. Reemplacé la ansiedad de las drogas por el alcohol. Y era todos los días. Un día comencé con los papeles para entrar a la Marina y para ello tenía que ir al Juzgado porque no tenía tutor. Pero, yo estaba prófugo porque la familia que me había adoptado había reportado que yo me había ido. Pero, si iba a la Justicia me iban a meter preso, y pensé que sería hombre muerto. Porque yo no quería estar más encerrado. Cuando estaba en el hogar de Niños encerrado, yo me preguntaba ¿Qué sería de mi vida encerrado, toda mi vida, y cuando salga haré cosas que no tengo que hacer…? Yo pensaba que no tenía un sueño, no tenía una carrera, no tenía nada (…) Había empezado a trabajar cuidando autos, ya no robaba más. Pero el dinero me lo gastaba en el alcohol y la joda. También tenía amigos que integraban una pandilla muy pesada. Un día se pelearon con otros chicos y casi matan a uno y ese día, dije: ¡Basta! y me alejé de ellos. (…)

Buscando a Jesús

“Por mi desesperación yo buscaba paz por distintos lugares… Fui a la Iglesia Universal (Bº de Almagro). Yo quería salir adelante… Yo sentía un vacío. Sentía una necesidad tremenda de amor. Para que una chica me aceptara, me metí en la brujería para conquistarla. Yo tenía una necesidad, y no me daba cuenta de que estaba ciego. Que eso estaba mal. En un momento me di cuenta y me dije a mi mismo: ¿Qué estoy haciendo…? ¿Estoy obligando a una persona para que me quiera…? En esa Iglesia no sentí nada… Me fui con mi amigo. También estuve en la Iglesia de Los Mormones. Ellos dicen que tienen una iglesia que es verdadera pero no había nada concreto. Una vez, cuando tenía 11 años, y estaba metido en la droga, junto a otros tres amigos, yo sentí que volábamos de la droga que habíamos consumido… Parecía que pisábamos nubes por la droga que teníamos encima…”

-Entonces, ¿Vos pensabas que si la droga hacía esto Jesucristo tenía que hacer algo más grande?

H.E.: Sí. Eso era lo que yo pensaba… En ese momento, había unos chicos que repartían folletos que hablaban de Jesús y nos invitaron a ir a la Iglesia. Entramos en la Iglesia, y yo sentí en mi espalda un calor como si detrás de mí hubiera estado una estufa; sentí algo tan lindo y así mismo, yo seguí buscando a Jesús pero lo buscaba en lugares equivocados.

Caminando por caminos equivocados

“Un día me escapé de las drogas, de la joda, del alcohol, y me vine a Las Flores. Para tener un techo tuve que hacer cosas con personas homosexuales. Como yo huía, esas personas me daban un lugar por dar algo a cambio. Yo no tenía nada. Absolutamente nada. No tenía una casa; ni trabajo; ni nada.

Un día, le cuento a un amigo David Rosas lo que me pasaba. Él y su mamá, Silvia Rosas, me dieron un rincón en su casa y yo lo valoré mucho. Para las fiestas de Navidad y Año Nuevo, compartí con ellos. Ahí me di cuenta que yo estaba solo y que no tenía familia y que me faltaba todo”.

Vida transformada por Jesucristo

-¿Cambió tu vida?

H.E.: Sí. Mucho.

-¿Y quién hizo ese cambio en tu vida?

H.E.: Jesucristo lo hizo.

-¿Es verdadero Jesucristo?

H.E.: Muy verdadero.

-¿Y llena ese vacío que tenemos en el alma?

H.E.: Sí. Lo llena. Lo sobrepasa.

-Ahora que conoces a Jesucristo, ¿vos te volverías a drogar?

H.E.: No. Nunca más.

-¿Cambiarías a Jesucristo por la droga para volver a volar…?

H.E.: No. Nunca más.

-¿Has vuelto a drogarte?

H.E.: No. Hace 10 años que no me drogo. Tampoco consumo alcohol, ni cigarrillos; ni ando de joda. Cuido a mi familia.

-¿Te sentías amado, valorado, respetado…?

H.E.: Sí. Todo eso.

-¿Y cuál es tu mensaje para otros chicos que se drogan y se emborrachan? ¿Qué les dirías…?

H.E.: Yo les diría a los chicos que nada de esto es la solución. Primero que no escapen de la realidad y que reconozcan que no pueden esconder lo que les pasa. Que no tapen lo que les está pasando. Ya sea la falta de contención; de cariño; que no te escuchen en tu casa; los malos tratos; el abuso. Todo esto te marca. Y pensamos que escondiendo nuestra identidad por ejemplo detrás de una moda, así será mejor. Pero no. Porque a veces nos sentimos que no somos aceptados en un lugar, y tenemos que parecernos a otros. Esto tampoco sirve…

Nosotros con Cristo tenemos un estilo de vida. No es una religión. Jesús está a la puerta, llamando y pidiéndote permiso, para entrar a tu vida y cambiar tu familia.(…)

Perdonar es el mejor remedio para sanar y sentirse en paz

-¿Pudiste perdonar?

H.E.: Sí. Pude perdonar a las personas que me maltrataron.

-¿Es cierto que vos hoy, en Las Flores, saludas a una persona que te maltrató terriblemente, durante 4 años, cuando estuviste en el Hogar de Niños?

-H.E.: Sí.

-¿Cómo hiciste para perdonarlo?

H.E.: El Señor Jesús me ayudó a perdonar. Costó mucho, pero pude hacerlo. También perdoné a mi papá y mi mamá.

-¿Para qué crees que te pasó todo lo que te pasó en tu vida? ¿Cuál es el propósito que tiene tu vida?

H.E.: Para poder enseñarles y decirles a otras personas que piensan que está todo perdido en su vida; que su vida no tiene sentido; y que piensan que no sirven ni valen para nada.

-Ahora, ¿Tu vida tiene sentido? y ¿Cuál es ese sentido que tiene tu vida?

H.E: Jesús me llenó; pude perdonar; me sanó. Aún hoy voy al Hogar de Niños y saludo a todos. Jesús me sacó el rencor. Antes, yo practicaba boxeo para descargar todo el odio y la bronca que tenía por dentro.

-¿Cuál es tu opinión sobre el rol que cumple el Hogar de Niños?

H.E.: El Hogar de Niños es un lugar que tiene muchos niños necesitados de amor y comprensión, como estuve yo. Aunque haya personas como los psicólogos, no pueden llegar a tu corazón. El único que puede llegar a tu corazón, y sanarlo, es Jesucristo. El que sana toda dolencia es él. Jesús es el único que pone la mano en la basura, nos saca de allí y nos cambia la vida. Yo me siento así. Que Jesús me sacó de la basura. Todo los que pudieron, incluso me usaron o me dejaron en la basura. (…)

-Si alguien se quiere comunicar con vos para pedirte ayuda ¿Qué le dirías?

H.E.: Que estoy dispuesto a ayudar a cualquiera y puedo contarle que Jesucristo puede ayudar a otros. Que Jesucristo es poderoso para transformar la vida de todas las personas como lo hizo con la mía, cuando le damos la oportunidad de hacerlo. Sé que hay jóvenes que piensan que sus vidas no tienen sentido; que no tienen ningún valor, pero yo les digo que no es así. Hay alguien que te dice que “Sos importante”; que “Vos podés” y que “Te ama realmente mucho”, y ese alguien se llama Jesucristo y él es el único camino para la salida a todo lo que te está pasando. Yo vivo en Pte. Perón 911. Estoy dispuesto a escucharte y a darte un abrazo. Hoy aprendí a dar un abrazo sin quedarme vacío.-

Lidia Carosela