La puerta hacia las soluciones de Dios 2 Crónicas 20.1-30

La vida nos enfrenta de tanto en tanto con situaciones que nos van marcando y que son una buena escuela para aquellos que estén dispuestos a aprender de las lecciones que esas situaciones nos enseñan. Así, muchas veces podemos enfrentar situaciones similares usando el conocimiento previo obtenido en otras circunstancias. Pero hay otra infinidad de circunstancias que escapan a nuestro control e incluso a nuestra sabiduría, conocimiento y aún a nuestras fuerzas.

En esos casos, podemos querer aplicar las lecciones aprendidas en otras oportunidades y contextos, y veremos como lo que sabemos y lo que podemos, simplemente no alcanza, es inútil. Podemos desanimarnos o intentar una y otra vez con remedios probados anteriormente, hasta terminar frustrados, rascándonos la cabeza en un rincón mientras pensamos “¿Por qué no puedo enfrentar ésta situación? ¿Por qué no puedo encontrarle una solución?”.

O podemos hacer como el rey Josafat…

Tres reinos vecinos venían sobre él a hacerle la guerra. Él mismo contaba con un poderoso ejército que intimidaba a sus vecinos (2 Cró. 17.10-19), por lo que no le faltaba fuerza militar. Es por eso que seguramente los reyes de Edom, Moab, y Amón pensaron en juntarse para derrotarlo (20.1, 10). El rey podía salir a su encuentro e intentar la batalla, confiado en su fuerza y su sabiduría. O podía hacer lo que hizo: ir a Dios y reconocer dos cosas según el versículo 12:

• “No tenemos la fuerza suficiente…”
• “No sabemos qué hacer…”

Por eso, dice “volvemos a Ti nuestra mirada”. El rey midió el problema, y se dio cuenta de que lo que él tenía no bastaba. Por eso hizo lo más sabio, que era reconocer su problema y su falta de recursos para una posible solución ante Dios. No intentó recetas propias primero para ver qué pasaba, sino que fue ante Dios y se predispuso a esperar que Dios le diera la solución.

Y Dios le contesta, dándole respuesta a sus dos necesidades principales.

• No tienen fuerzas ustedes, pero ésta batalla la pelearé yo con mis recursos… (15)
• Ustedes no saben qué hacer, yo se los digo: Quédense quietos y esperen a ver lo que yo haré, luego actúen ustedes (16, 17).

Y por su obediencia y solicitud en esperar la respuesta de Dios, la batalla fue favorable a Judá (22).

Podemos aprender de esto que ante cualquier problema, debemos acudir a Dios. Él bien puede usar nuestra experiencia y sabiduría, aún nuestras fuerzas, como puede hacer algo nuevo distinto. Todo dependerá de lo que él tenga planeado. Pero debemos acudir a él y esperar la respuesta. Eso es esencial. Y también lo es pensar que aunque Dios puede usar lo que somos y tenemos, nuestros recursos y nuestro conocimiento de la realidad nunca serán tan buenos como los suyos.

Así entonces, ya no habrá problema imposible, pues al depender de Dios como Josafat estamos poniéndonos en las manos del Dios de los imposibles. Y la solución que él tenga, quizás no sea la que nosotros hubiéramos buscado, pero si viene de él es la mejor, garantizada al cien por cien por millones de vidas que pueden atestiguar ese hecho.

Entonces ¿hay algo que te inquiete? ¿Alguna situación que te supere? Estás en la mejor posición para ponerte en las manos de Dios y dejar que él haga una maravilla en tu vida. Sólo debes saber reconocer tus limitaciones y esperar de Dios la fuerza y la sabiduría para hacer frente a la fuente de tus temores.