La pregunta que hacía la publicidad era la siguiente:
“¿Qué te hace latir con todo el corazón?”
Luego, agregaba:
“Por fuera uno puede disimular todo lo que quiera, pero por dentro el corazón nunca miente.»
Cuanto más grande es la emoción, más grande es el latido… ¡No disimules más! ¡Dale ritmo a tu corazón!
¡Cuánta verdad encerrada en esta frase publicitaria!
Nuestros corazones no pueden evitar latir apasionadamente por aquellas cosas que nos motivan y que nos emocionan de alguna manera…
En la Biblia leemos:
“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:30-32)
¿Cuándo arde nuestro corazón?
¿Qué nos emociona y nos motiva?
Dios nos da pautas sobre cómo encaminar nuestros corazones:
“Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Deuteronomio 30:6)
“…y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas” (Josué 23:14)
¿Buscamos a Dios como lo hacía el Salmista?
“Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan” (Salmos 119:2)
“Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos” (Salmos 138:1)
¿Amamos al Señor como Él mismo nos enseño a hacerlo?
“Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos” (Salmos 138:1)
“…uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios” (Marcos 12:32-33)
¿Santificamos Su Nombre?
“…sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15)
Que podamos decir, junto al Apóstol Pablo “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis; como también en parte habéis entendido que somos vuestra gloria, así como también vosotros la nuestra, para el día del Señor Jesús” (2 Corintios 1:12-14)