Las festividades de fin de año están sobre nosotros. Mi casilla de correo está abarrotada con catálogos, nuestro calendario familiar desborda de eventos de fin de año; no soy la única mujer que sufre la ironía que se desprende de las decoraciones, las cuales proclaman «paz» y «alegría» cuando en realidad esta época del año se siente totalmente distinto.

Es como si alguien hubiese apretado el botón de aceleración a mediados de Noviembre, y apenas podemos seguirle el ritmo.

Sin embargo, para las mujeres de la Generación X como yo, el estrés no se limita a la temporadas festivas. En su reciente obra, «La Nueva Crisis de la Mediana Edad para las Mujeres», Ada Calhoun documenta el estrés crónico que afecta a mujeres que nacieron entre el ’65 y el ’84. Nuestra generación fue desafortunada en la linea de tiempo: fuimos pequeñas niñas cuando las tasas de divorcio aumentaron considerablemente, y el SIDA estaba en todas las noticias, entre muchos otros problemas.

En el trabajo, nos sentimos estancadas -con más acceso a la educación que nuestras predecesoras pero financiera y vocacionalmente inseguras. En casa, mientras algunas luchan con el cuidado de sus padres ancianos y la crianza de niños con especiales, otras luchan entre la elección de una vida de soltería y la maternidad. Sumado a esto, la realidad del fenómeno de la pre-menopausia y la menopausia con todos sus síntomas. En resumen: sentimos que somos un gran desastre.

«Yo me siento igual», fue la respuesta por mayoría, cuandoposteé el artículo de Calhoun en Facebook. «Esto me refleja totalmente,» comentó una amiga que es mamá de niños pequeños y profesional académica. «Me siento en constante tensión acerca de mi propósito, mi alegría, mis ambiciones y cuántas cosas mas.»

Si bien estos desafíos son comunes a la mayoría de las mujeres americanas, las cristianas en particular enfrentan un problema adicional: la de las soluciones «rápidas y espirituales».

Para mi amiga profesora, la iglesia se sentía como un lugar inseguro para hablar de su estrés, y en ocasiones los consejos que recibía solo agregaban peso a su carga. Los tips de «debes confiar, orar, guardar el sábado, y quedarte más en casa con los niños» no ayudaba. «Si tengo que escuchar un sermón mas acerca de Marta y María, gritaré con todas mis fuerzas,» dijo.

Cuando siento el peso del trabajo y la maternidad, además de la lista interminable de quehaceres, aprecio un poco de escucha compasiva más que bien intencionados consejos. Y sin embargo, como mujer que pastorea y mentorea a otras mujeres, me temo que no siempre he hecho lo que se necesitaba. Mi deseo de ver a las mujeres crecer en el Señor y llevar vidas estables, me llevaron a «tratar de arreglar» a la gente en lugar de solo escuchar sus frustraciones. Tal vez haya agregado cargas espirituales sobre los hombros de otros.

Entonces, necesito aprender a acercarme a otros con compasión y llevarlos al mensaje de Jesús: su invitación a encontrar vida y descando en Él.

El apóstol Pablo escribe en Filipenses 2:1-4 que «si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo»… para ser como Cristo. Las mujeres a mi alrededor se entregan en servicio a sus familias, compañeros de trabajo, amigos, y comunidades- dando el todo de sí mismas. La pregunta para estas mujeres creyentes es: ¿Cuál es el aliento que se desprende de estar unidas a Cristo? En estas epocas de estrés ¿hay alivio en su Amor?.

Contar nuestras bendiciones es un componente vital para nuestra salud espiritual. Junto a nuestra listas de quehaceres, debemos llevar una lista de cosas por agradecer y así no perderemos la vista de las promesas del Evangelio como la vida y el descando en Cristo.

Tenemos por agradecer el consuelo del Espíritu Santo, la confraternidad con otros creyentes y una familia espiritual. También tenemos que agradecer la esperanza que mana del Evangelio. La ansiedad y el temor al futuro han sido reemplazados por las promesas del Señor.

«Aunque ande por el valle de sombra de muerte… Tú estás conmigo y me infundes aliento.» Salmo 23.

Mi vida como una mujer de la Generación X puede que parezca no tener nada que ver con las de antaño, pero comparte las promesas eternas que dejó el Señor.

«Vengan a mi todos los que estén trabajados y cansados, que yo los haré descansar,» dijo Jesús (Mateo 11:28).

La invitación del Buen Pastor aún está vigente…