«Para que satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones». 2 Corintios 2:11
Al discernir las obras del maligno, las personas no deberían buscar a una criatura con cuernos y mallas rojas sosteniendo un tridente.
De hecho, el Antiguo Testamento lo llama por el nombre de helel, o Lucifer, lo cual significa “estrella de la mañana”. Como lo ha hecho notar el Pastor David Jeremiah, Ezequiel 28:12-15 lo llama el “querubín ungido quien cubre”, un ángel quien fue “perfecto en sus caminos desde el día que fue creado” – hasta que él “se llenó de violencia y pecó”.
Isaías 14 dice cinco declaraciones de este ángel hizo describiendo su ambición de tomar el trono de Dios y reinar sobre todo el universo:
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo”. Isaías 14:12-15
A pesar de que justamente se habla sobre Dios en la mayoría de la Escritura, una parte no tan insignificante de la Biblia involucra al diablo, quien también es referenciado como Satán, lo cual en hebreo simplemente significa “acusador” o “adversario”.
También es utilizado 18 veces como un nombre propio en el Antiguo Testamento, mientras que, en el Nuevo Testamento, la palabra satanás en griego también es utilizada como el nombre del diablo.
En el Antiguo Testamento, el nombre de Satán se refiere a enemigos de la humanidad humanos y no humanos con los términos de acusador y adversario.
Con el uso del articulo determinado, Satán se convierte en ha-satán, o “el acusador”, tal como en Zacarias 3:1 “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle”.
Ese apodo es usado en el Nuevo Testamento, donde el apóstol Juan describe a Satán como “el acusador de nuestros hermanos”. (Apocalipsis 12:10)
Pero tal vez un titulo menos conocido para el acusador es uno de “fiscal celestial”, lo cual, de acuerdo al libro de Job, involucra a Satán “rondando la tierra y caminando por ella” (Job 1:7) antes de que rete la propia descripción de Dios sobre Job y la llame “sin culpa y recto”
“Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia”. (Job 1:9-11)
En algún punto, el acusador cambia y se vuelve un adversario, uno al que se le dan títulos elevados de rango en el Nuevo Testamento, incluyendo el “gobernante/príncipe de los demonios” en los Evangelios, el “dios de este mundo” en 2 Corintios 4:4, y el “príncipe de la potestad del aire” en Efesios 2:2
Jesús mismo llama a Satán “mentiroso y padre de mentira” en Juan 8:44, haciendo eco a la descripción de Pablo en Efesios, el “príncipe de este mundo”. (Juan 12:31)
Con títulos como “gobernante”, “príncipe”, y “dios de este mundo”, Satán tiene garantizado el grado de autoridad por Dios sobre un mundo que está roto por el pecado y destinado a morir al final de los tiempos (Mateo 24:35).
El Doctor Richard Land, el creador ejecutivo de The Christian Post, dice que es importante entender quién es Satán para que estemos mejor equipados para la guerra espiritual.
“Él está informando erróneamente todas las filosofías mundanas, y cuando estamos en combate espiritual con el diablo, que lo estaremos si estamos haciendo la voluntad de Dios, estamos en presencia de un ser superior”, dijo Land.
«Si luchamos con el diablo en nuestro propio poder, perderemos. Pero la mayor gloria es, ‘mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo’, y cuando confrontamos al diablo en el poder de Cristo, Cristo es el vencedor».
El Señor Jesús, al ser tentado en el desierto, no reprende a Satán cuando dice tener la autoridad para darle a Jesús todos los reinos de este mundo si tan solo se postrare y le adorare (Lucas 4:6-7).
Jesús nunca indica que Satán está mintiendo cuando declara tener un grado de autoridad temporal para darle a Jesús todos los reinos del mundo. Al contrario, Jesús lo reprende por violar el mandamiento de Dios: Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. (Lucas 4:8)
A pesar de la seriedad con la cual el diablo es tratado en la Escritura, es claro desde la escritura del Nuevo Testamento que cualquier autoridad mundial de la que haya podido gozar anteriormente fue condenada y destruida para siempre en la cruz.
En el Evangelio de Juan, vemos que Jesús predice su muerte sacrificial y lo que significa específicamente para el diablo: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. (Juan12:31)
Después que Jesús comenzó a demostrar su autoridad sobre los reinos celestiales y terrenales al echar fuera demonios, los Fariseos – en una admisión de facto de su poder – le atribuyeron el trabajo a Belcebú, otro nombre para Satán.
Fue un acto de blasfemia que Jesús prontamente reprendió: “Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?” (Mateo 12:25-26)
Pero no es sino hasta el libro de Apocalipsis, en el acto final en el drama de la historia, que vemos a Satán condenado al montón de cenizas de la historia, cuando se uno al dúo satánico de la Bestia y el falso profeta en el tormento eterno: “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 20:10)
Solo entonces finalmente, el “acusador de los hermanos” ya no tendrá autoridad o la habilidad de crear caos en el pueblo de Dios. En vez de eso, “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. (Apocalipsis 21:4)