Las Escrituras relatan que hubo una mujer que enviudó y los acreedores vendrían a pedir como paga de las deudas que había contraído su esposo fallecido, la vida de sus dos hijos. Teniendo en cuenta la situación, esta viuda se encontraba en un estado de desesperación; y acudió a la ayuda de un varón llamado Eliseo. Le comentó lo que la acongojaba, y ante la pregunta de este varón, para que le declare qué es lo que tenía en su casa, la viuda le dijo que la única provisión con la que contaba era una vasija de aceite. Eliseo habla con esta mujer y sus palabras fueron elocuentes: “Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías y no pocas. Luego entra y enciérrate con tus hijos y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte”
“Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite” 2 Reyes 4:6
Mientras hubo vasijas que llenar, el milagro del aceite continuó, sólo terminó cuando ya no hubo más vasijas que llenar. Vemos que Dios no estableció ningún límite a esa abundancia sobrenatural. No hubo absolutamente nada que detuviese esa provisión que ya estaba preparada para esas vasijas vacías, sólo la ausencia de más recipientes para conservar más aceite, fue lo que frenó esa fluidez al instante.
No conozco la situación que estás atravesando mujer, pero de lo que sí estoy segura es del talento que Dios puso en tus manos, para plasmar y crear lo necesario para contribuir al sustento natural de los que te rodean. Mientras nos encargamos de administrar esos recursos, es Dios el que provee lo demás y en la medida en la que tengamos necesidades, también serán añadidas las provisiones.
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?” Mateo 6:26
Confía, Él es tu proveedor, Él te sustenta; no tendrás necesidad de nada. Todo está bajo control.