Es fácil apreciar a Dios cuando las cosas van bien, cuando nuestras carreras están en ascenso, cuando compramos en nuestras tiendas favoritas, o conducimos un auto nuevo, y cuando a nuestros hijos les va excelente. La vida puede ser muy buena y gloria a Dios por eso. Sin embargo, el sufrimiento es inevitable para todos.
La vida pasa, y parece que Dios se desvaneciera. Es ahí cuando se vuelve desafiante ejercitar la fe en Su Gracia. Si la fe cristiana es real, entonces el sufrimiento debería ser entendido en relación a la inmortalidad en Cristo. Cómo escribió Pablo, “Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos revelará más adelante” (Romanos 8:18).
El sufrimiento es intrínsecamente parte de la vida, y desde tiempos inmemoriables, ha sido algo más allá de nuestra explicación. Filósofos y teólogos continúan dando vueltas al problema, y no es una mirada profunda notar que la vida aparece injusta. Por ejemplo, algunos nacen en medio del lujo, con grandes oportunidades para tener éxito; mientras que otros sufren la pobreza. No podemos elegir las condiciones de nuestro nacimiento. Tampoco podemos determinar cuánto vamos a vivir en la tierra. Seguramente, no podremos predecir lo que traerá el mañana. La humanidad está inmersa en un mundo de injusticia e incertidumbre.
En una visión mundial materialista, las soluciones están limitadas a puntos de referencias tangibles. Estos recursos son beneficiosos. Los cristianos también contribuyen y participan en remediar los problemas humanos por medios naturales. Aún Jesús reconoció los méritos de la medicina: “Jesús les contestó: ‘La gente sana no necesita médico, los enfermos sí’ Lucas 5:31. Así que si la aflicción de uno está causando depresión o pensamientos suicidas, entonces la ayuda profesional debería buscarse de inmediato. La fe cristiana no se comprometida por consultar a los médicos.
La humanidad elige revelarse contra Dios e intenta crear vida sin Él. El sufrimiento se vuelve omnipresente en la Biblia. Hoy, aún los no creyentes están obsesionados con entender, si es que se puede, la relación entre Dios y el sufrimiento. Esta preocupación constante revela que la humanidad ha considerado siempre ir más allá del mundo natural en la búsqueda de respuestas.
Desafortunadamente, es cultural culpar a Dios por todo lo que va mal. ¿Dónde está Dios? Lo oculto de Dios es falso para aquellos que anduvieron n con Jesús en el Camino a Emaús (Lucas 24). La separación está unida por el puente de la Gracia de Dios. Los “Hijos de Dios” no nacen por medios naturales. Nacen de nuevo por la gracia del espíritu. Y el prólogo de Juan dice: “Pero, a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios”. Juan 1:12
A través de los tiempos, la “nueva persona” (2° Corintios 5:17-18) ha provisto a los creyentes con fuerza para afrontar las vicisitudes de la vida. Aún cuando la vida sorprenda con caminos no placenteros, podemos igualmente presentar paz interior a pesar de lo que suceda en el exterior. Como Jesús prometió, “Mi paz les dejo… No como el mundo la da” (Juan 14:27). Cualquiera que haya experimentado Su Paz, estará de acuerdo que no hay nada igual, y que es lo único que sustenta en tiempos difíciles. “Y la paz de Dios”, dijo Pablo, “que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y mentes en Cristo Jesús”. (Filipenses 4:7)
Nuestro queridos amigos, familiares, hermanos pueden verse abrumados en nuestros tiempos de sufrimiento y no saben cómo contribuir. Los tres amigos de Job, intervinieron, con comentarios útiles según ellos. Pero como Job, el sufrimiento lleva a los creyentes a una profunda introspección con Dios, tratando de encontrarle sentido a la odisea. Debemos entender que lo que nos sucede, también le ocurrido a otros antes, y aún en este momento, y sucederá en el futuro. No es algo exclusivo de nosotros. La vida en este mundo roto está destinada al sufrimiento. Esa es la lección mayor de Job.
Sin embargo, deberíamos evitar las sutiles apreciaciones de Job: “Que sea borrado el día en que nací, y la noche en que fui concebido”. Job 3:3. Aún así, las preguntas “Por qué a mí” son normales pero usualmente no proveen ninguna respuesta. Parecen atormentar más que aliviar cualquier sufrimiento. A veces el cínico remarcara un estilo de vida particular o conducta que produjo el sufrimiento. Esto no ayuda mucho. Jesús buscó la reconciliación y no la condenación. “Porque Dios no envío a su hijo al mundo para condenarlo” (Juan 3;17). Por gracia, nuestra relación con Cristo se mantendrá significativa a pesar de lo golpeados que estemos.
También es necesario aprender que como cristianos, jamás debemos envidiar a aquellos que están pasando bien tanto física como espiritualmente, cuando nosotros no. Recuerda que debemos “regocijarnos con los que se regocijan, y llorar con los que lloran” (Romanos 12:12). La conciencia de su Gracia en nosotros nos dará las fuerzas para obedecer el mandamiento de amar a Dios y a nuestro prójimo (Marcos 12: 30-31).
Hemos “saboreado la bondad de Dios y el poder del mundo venidero” (Hebreos 6:5). Ese saborear de la “bondad” nos hace apreciar el que pertenecemos a Él, más allá de nuestras tribulaciones presentes. En Cristo, y con Su Paz interna, descubriremos la fuerza necesaria y la sabiduría para cualquier tiempo de dificultad inevitable. Debemos apreciar que nuestra relación eterna con el Señor comienza cuando aceptamos Su Gracia (Romanos 8:18).