El Pastor Paul David Tripp se abrió respecto a la enfermedad que ha estado padeciendo, y al hecho de que deseaba morir a causa del dolor sufrido.

El autor de best-sellers y predicador reveló que la experiencia realmente le hizo creer en todo lo que alguna vez enseñó a otros acerca de Jesucristo.

Tripp dijo en un vídeo publicado en YouTube el lunes, que su odisea comenzó hace cuatro años, en Octubre de 2014, cuando llegó al hospital por unos síntomas menores.

«Pensé que sólo serían 45 minutos en la consulta médica, me darían algún medicamento y me enviarían a casa. Quedé impactado cuando después de 20 minutos, doctores de cinco departamentos diferentes vinieron a examinarme. Recuerdo escucharlos hablar por lo bajo, discutiendo si me pondrían o no en diálisis. Creí que se habían equivocado de paciente,» recuerda Tripp.

«Fue en ese momento que me dí cuenta que lo que sucedía en mi cuerpo era más serio de lo que pensaba,» agregó. «Las primeras 36 horas en el hospital sufrí un dolor inexplicable, todo mi cuerpo sufría espasmos, sentía como si me apuñalaran con cuchillos. Era algo constante, cada dos minutos. Deseaba morir.»

Aunque no estaba seguro de su condición específica, Tripp notó que los doctores estaban tratando de evitar que sus riñones se desintegraran.

Durante su estadía en el hospital, atravesó seis cirugías para tratar su condición de salud.

El autor contó que el sufrimiento lo llevó, no sólo a la debilidad y pérdida de control propio, sino también a preguntarse ‘¿dónde está Dios?’.

«Estaba presente ésta irracionalidad: ‘¿cómo podía Dios llevarme a tal punto de debilidad en mi vida, justo en el punto de mayor influencia de mi vida?» dijo Tripp.

Pero ahora reconoce que Dios estaba haciendo cosas en su corazón que ‘necesitaban hacerse hace tiempo’.

«Lo que yo consideraba como mi fe en Cristo, era en realidad el orgullo en mis fuerzas, orgullo en mi habilidad para producir, orgullo en mi salud física. Eso no era fe real,» reconoció Tripp.

«Dios me puso en un lugar donde comencé a creer realmente en que Su Gracia era suficiente, y Él se perfeccionó en mi debilidad. Esos martillazos en mi, eran martillazos de un artista cambiando la forma de mi corazón para que yo pudiera creer en una manera más profunda, lo que yo mismo había predicado a otros durante años.»

El predicador declaró que si su situación de enfermedad era necesaria para que Dios trabajara en él, ‘entonces valió la pena’.