Si el hacha pierde su filo, y no se vuelve a afilar, hay que golpear con más fuerza. El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada. Eclesiastés 10:10 NVI
Hace unos días hablamos de hacernos un tiempo para afilar el hacha e hicimos hincapié en la importancia de realizar paradas técnicas en medio de nuestro día a día.
Decíamos que en la mayoría de los casos el día a día atenta contra la planificación, la mirada estratégica y el análisis de las variables internas; porque queremos ejecutar, hacer y hacer, que no pase el día sin hacer, ya que parecería que sentarse a planificar es una pérdida de tiempo. Lo que no nos damos cuenta es que nos vamos cansando, y que muchas veces al no alcanzar los resultados que esperamos nos ataca la frustración y el hacha tiene cada vez menos filo y por lo tanto menos efectividad.
Esta vez quiero que podamos utilizar esta parada técnica para que revisemos el estado del hacha. Pero, ¿Qué es un hacha? Sin profundizar demasiado el concepto más importante es que es una HERRAMIENTA. Una herramienta que Dios pone en tu mano con la finalidad de cumplir un propósito: tal vez bendecir a otros con empleo, alcanzar a otros colegas, potenciar a otros con conocimientos, con experiencias, generando ingresos para ayudar a la iglesia local y muchas cosas más. Nos dio un proyecto, una empresa, un matrimonio, una familia, una carrera universitaria, una iglesia local, ayuno, oración, y muchas “herramientas” que debemos tratar con sabiduría y utilizarlas para bendecir a otros.
Entonces, ¿Cómo están tus herramientas? ¿La comunicación con Dios, con tu familia, con tu equipo de trabajo? ¿Está afilada o desafilada? Esta es una gran clave para todos los días.
2 Reyes 6: 5-7 : “Y aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo: !!Ah, señor mío, era prestada!.El varón de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro. Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó.”
En este versículo vemos como un profeta que tiene una herramienta en la mano la pierde y reconoce que era prestada. ¿Cómo fue que se le cayó al agua? Ya sea por descuido o por mala ejecución, quien era responsable de la herramienta no puso suficiente atención y la perdió. ¿No se dio cuenta que algo no estaba yendo bien? Es tiempo de ser responsables y evaluar el estado de todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos. Si vemos que deben ser reparadas, restauradas, ¡Hacerlo! y aún si no puedo hacerlo solo, tener la humildad de pedir ayuda.
Esto es un trabajo de adentro hacia afuera, que requiere tiempo de análisis pero que seguro nos llevará a valorar mucho más lo que Dios nos prestó y aún si, nuestra herramienta está de bajo del agua, Él haga hoy un milagro y te la devuelva con una segunda oportunidad para poner atención, para hacerlo mejor que antes y alcances finalmente el éxito.
Sigue adelante, no te rindas!
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