Hoy quiero desafiarte a que respondas al llamado del Señor a la oración.
Visión de Futuro ha tenido siempre la oración como centro estructural del ministerio. Mi mamá es autora del libro “Los secretos de la oración”; ella inició -y con mi esposa continuamos escribiendo- el devocional diario “Aliento Cotidiano” que lleva por subtítulo “mediante la oración”; cada jueves mi hija Jessica comparte una oración para que ese día –en el que la iglesia a nivel nacional dedica para orar y ayunar- tenga una guía para clamar.
Para nosotros, la oración es muy importante; y creo que Dios nos ha llamado a incentivar, a motivar a que, así como nosotros hemos respondido, muchos más vivan una vida de oración porque entendemos que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros (2 Corintios 10:3-5 lo dice) ‘armas poderosas en Dios para derribar todo argumento, toda altivez que se levante en contra del conocimiento de Dios, y Dios nos da la capacidad de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo’.
Acabamos de tener la Vigilia de Semana Santa; el diario dijo 10.000 personas, sé que por las entradas que hemos recibido había más de 12.000 personas y tomamos toda la noche del Viernes Santo (desde las 9 de la noche del viernes hasta la 5 de la mañana del sábado) para orar, clamar y buscar al Señor, porque entendemos que Dios nos llama a pararnos en la brecha, a pelear en oración por la nación, a clamar al Señor sabiendo que Él oirá desde los cielos, perdonará nuestros pecados y sanará la tierra.
En esta oportunidad lo hicimos aplicando el manto del Señor. Pedimos que la sangre de Jesucristo cubra como un manto cada esfera y cada área de la sociedad. El texto que usamos es el de Hebreos 12 versículos 22 al 24 dicen: “Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, (la Palabra de Dios aclara que no ay pacto que no sea sellado si no es por sangre) y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. “La sangre de Jesucristo habla mejor que la de Abel”. En esto nos enfocamos durante un tramo de la noche de vigilia; yo pensaba en todos los “Abeles” que como el primer Abel que Caín mató, están clamando por justicia desde la tierra, en nuestro caso en territorio argentino.
Cuántos hay que son víctimas; es sangre inocente que está clamando a Dios desde la tierra para que haya venganza, para que finalmente haya justicia. Y empecé a hacer un listado viendo la historia argentina, y sé que no es una enumeración completa ni totalmente inclusiva, pero me remonté a mitad del año1800 (35 al 55) a la Campaña del Desierto (como se la llamó). El caudillo entrerriano toma esta misión de aniquilar a todos los aborígenes que vivían en toda la zona de la medialuna fértil argentina (la más propicia para la ganadería y la agricultura) donde se podía plantar cultivos y tener buenos ganados, y de hecho hoy en día así se aprovecha. Pero tres o cuatro tribus fueron completamente aniquiladas, y esa sangre, como la de Abel, clama a Dios desde la tierra.
Pensaba en los 7, 8, 9, 11, algunos dicen hasta 30.000 desaparecidos en la época de la dictadura militar, los que fueron torturados, asesinados, muchos tirados desde aviones al Río de la Plata y aparecían los restos de sus cuerpos en la costa uruguaya. Sangre inocente que clama Dios por justicia desde la tierra.
Cuantas injusticias hemos vivido en el país, recuerdo el ataque terrorista que destruyó la Embajada y el Consulado de Israel en Argentina, el que causó la muerte a 22 personas y registraron 242 heridos. Luego el coche bomba que estalló en la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) en Buenos Aires y dejó un saldo de 85 muertos y 300 heridos, hijos de Dios, miembros de Su pueblo elegido. La Palabra de Dios expresa que son la niña del ojo de Dios, es sangre inocente que clama a Dios por justicia desde nuestro territorio nacional.
Seguimos con la lista y pienso en la gente que murió en la Tragedia de Cromañón: 194 personas, por el incendio provocado por elementos de pirotecnia. Y a escasos 150 metros los que murieron en la Tragedia de Once, el accidente ferroviario en el que el tren no se detuvo en la estación y colisionó y fallecieron 52 personas; todo porque no le habían hecho el mantenimiento por muchísimo tiempo, y han pasado cuatro años sin esclarecerse el caso y no hay culpables. Es como que se pone una bandita sobre la herida pero no se va a la raíz de la situación en la que hay tanta injusticia y tanta sangre inocente que clama a Dios desde suelo argentino, y se convierte en argumentos en contra de la Nación.
Por eso es que creemos tan importante aplicar la sangre de Jesucristo, esa sangre que habla mejor que la de Abel. Porque cuando Abel murió Dios le pregunta a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” Y él responde: “¿Soy acaso guarda de mi hermano?”, creo que Dios nos pone como guardas de nuestros hermanos argentinos. Guardas de las mujeres que sufren violencia de género. Guardas de los niños que no han nacido pues sangre inocente se derrama a diario, miles de niños que son abortados en Argentina durante el año. Yo creo que Dios nos está llamando a clamar a Dios por misericordia, a aplicar la sangre de Cristo que clama mejor que la de Abel, a interceder para que esa sangre de Jesucristo sea aplicada sobre todo el territorio nacional.
Cuando pensamos en esa sangre de Jesús que fue derramada la Palabra de Dios dice en Colosenses 1:19-20: “por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”. Esa sangre produce paz con Dios.
Cuando tomes tiempo para orar, para clamar a Dios, para presentar delante del Señor a nuestra Nación, y para pedir que el Señor tenga misericordia de toda la sangre inocente que ha sido derramada, dile: “Yo me acerco, Señor, al trono de la gracia, confiadamente, sabiendo que se abrió un camino nuevo y vivo a través de Tu sangre. Me acerco entendiendo, Señor, que por los méritos de la sangre de Jesucristo que proclamó “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” -mientras Su sangre era derramada- Tú traerás perdón a nuestra nación y perdonarás nuestros pecados. Señor, Tú oirás desde los cielos y traerás sanidad a nuestra tierra. Hoy me comprometo. Señor, a ser alguien que ore, que clame, que busque Tu rostro, que presente delante de Ti toda injusticia sabiendo que Tú oyes nuestro clamor, que escucharás nuestra oración, que atenderás a nuestro ruego y que transformarás nuestra nación para la gloria de Tu Nombre. Gracias, Señor, porque siempre nos oyes. Amén y amén.