Estamos viviendo una semana muy especial: recordamos el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.

Cuando Juan el Bautista comenzó a predicar y a llamar la gente al arrepentimiento, venían a él de todas las áreas de la sociedad, él decía que los bautizaba en agua para arrepentimiento y declaraba “pero el que viene tras de mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Juan 1:33 dice: “Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanecer sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo”.

Todo lo que Jesús hizo aquí en la Tierra, lo hizo bajo la unción del Espíritu Santo; lo acusaban de echar demonios por el poder de Beelzebú, y Él dijo: déjenme aclararles que una casa dividida en sí misma, no puede prevalecer, pero si yo hago estas obras es porque el Espíritu de Dios está sobre mí, porque ha venido el reino de Dios a ustedes (Mateo 12:22-30). Esto fue lo que leyó cuando llegó a Su pueblo natal: “El Espíritu del Señor está sobre mí, (Lucas 4:18-19) por cuanto me ha ungido (y hace una lista de razones por las cuales había sido ungido) para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”. Cuando recibo la unción de Dios tengo el poder para establecer el reino de Dios, para desbaratar todo plan del enemigo, para poder liberar a los cautivos, a los que están endemoniados, para traer vista a los ciegos, y esa misma unción es la que asimismo me capacita para poder predicar la Palabra de Dios con autoridad.

Pienso en Pedro antes de que reciba el Espíritu Santo. Cuando estaba en el patio del sumo sacerdote, en lo oscuro de esa noche, él, delante de unas pocas personas niega haber conocido a Jesús y hasta con malas palabras. Pero una vez que recibe el Espíritu Santo se para en la azotea delante de toda una multitud y predica el primer mensaje de la Iglesia Primitiva, si se quiere. Y luego de esa predica de autoridad con respaldo del Espíritu Santo, lleno del fuego de Dios, tres mil personas responden con una pregunta: ¿Qué hay que hacer? Y él les dice: ‘arrepiéntase y bautícense para perdón de pecados’, y toda esa gente se convierte al Señor. Esto es poderoso y sucedió porque Pedro había cambiado; tenía al Espíritu Santo, el poder de Dios se estaba manifestando a través de su vida.

Fue la promesa que Jesús les había dado (Hechos 1:8) cuando les dijo: “recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes” (NTV). ¿Poder para qué? Poder para ser testigos, para anunciar las virtudes de aquel que nos sacó de las tinieblas y nos llevó a Su luz admirable. Esa unción me respalda y me permite enfrentar toda oposición y toda adversidad.

En Hechos 6 la Iglesia crecía, se multiplicaba el número de fieles, había complicaciones para alimentar a todo el mundo y algunos hasta se quejaban que las viudas griegas eran desatendidas. Entonces, los apóstoles que entendían la importancia de enseñar la Palabra de Dios y dedicarse a la oración como prioridades supremas, dicen: busquen entre ustedes varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría a quienes les encarguemos esta tarea (vs.3). Era para servir las mesas, pero hasta para servir las mesas se necesita al Espíritu Santo; se necesita la gracia divina. Entre ellos estaba Nicolás, Felipe, Nicanor y tantos otros, pero Esteban que es el primero en ser mencionado. En el momento en que Esteban se pone a predicar, y judíos de distintas zonas se oponen a la predica de la Palabra, pero en el momento en que lo traen a juicio y lo acusan, (dice Hechos 6:10) “Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba”. Uno puede leer el discurso de Esteban (en el resto del capítulo 6 y todo el capítulo 7) y descubrir cómo el Espíritu Santo lo respaldó, cómo el Espíritu Santo lo llenó de sabiduría para predicar ante una terrible oposición, y hasta el Espíritu Santo le dio la gracia de poder consagrar su vida hasta la muerte.

La Palabra de Dios dice en Hebreos 9:14 que por el “Espíritu eterno (el Espíritu Santo) se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios”, Jesús pudo entregarse como sacrificio por cada uno de nosotros por el Espíritu Santo.

Cuando el Espíritu Santo está en nuestras vidas, Él nos da el poder para enfrentar adversidades, Él nos da el poder para poder rendir nuestras vidas para establecer la suprema victoria del Señor. Pienso en lo que dice en Apocalipsis 12:11 que los cristianos “le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”.

Cuando el Espíritu Santo está en mí tengo esa capacidad. No me importa si me van a matar o qué me pueden llegar a hacer; ese fue el temor que tuvo Pedro en el patio del sumo sacerdote y por eso es que lo negó, y aun con maldiciones y jurando que no lo conocía, pero cuando el Espíritu Santo vino sobre él, no le importó que lo acusaran de estar borracho, no le importó que lo llevaran preso tantas veces ni que lo azotaran, él se sentía dichoso de haber padecido por la causa del Señor.

Es mi oración que el Espíritu Santo venga sobre tu vida y que el poder del Altísimo te haga sombra. Que en este Pentecostés entres en una dimensión de fuego, en una nueva dimensión de identidad y de pasión por las cosas del Señor. Que puedas avivar ese fuego del don de Dios que está en tu vida y que al avivarlo puedas enfrentar adversidades y estés dispuesto a rendirlo todo por el Señor. Mi oración es que puedas contagiar a otros el fuego del Espíritu Santo que se derrama sobre tu vida.

Señor: Yo te pido que hoy se produzca un derramamiento especial sobre cada uno de Tus hijos; que puedan sentir que Tu unción desciende sobre ellos, así como descendió el Espíritu Santo en forma corporal como de paloma sobre Jesús, que Tu Espíritu Santo descienda y permanezca sobre cada uno de Tus hijos. Que ellos puedan sentir que una llama nueva se enciende en sus corazones, que ríos de agua viva broten de su interior y que comienzan a tocar a los que están a su alrededor y a contagiarlos con una pasión por el Espíritu Santo, también. Hoy los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén y amén.