“No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa.” Is.41:13
Recuerdó una escena de mis 8 añitos. En la esquina de Río de Janeiro y Yerbal (Ciudad de Buenos Aires), hasta el día de hoy existe una farmacia. En ella yo nací y viví mis primeros años, y esta historia me recuerda que al lado, sobre Yerbal, existía una carnicería. Manolito mi amiguito era el hijo de Don Manuel el carnicero. Siempre jugábamos en la vereda, nos criamos juntos. Un día nos peleamos y Manolito se enojó tanto que me corrió a los gritos: “te agarro y te mato”. Él era más grande que yo y tuve miedo.
Corrí a la farmacia gritando “papá…papá…” y cuando lo vi me agarré de sus pantalones buscando su protección mientras me dice: “Elías, acompáñame que voy a dar una inyección a una persona enferma”. “No, papá –le dije- porque está Manolito afuera y dijo que si salgo me mata”. “No te va a hacer nada, vos vení conmigo y yo te cuido”. Me tomó de la mano y cuando salimos, Manolito estaba sentado esperándome, pero al verme con mi papá, ni se movió mientras yo caminaba confiadamente tomado de su mano mientras llevábamos sanidad a alguien.
Esto sucedió hace casi 70 años, yo no soy un niño pequeño, mi papá falleció hace mucho y Manolito desconozco donde estará, pero la Sabiduría Milenaria de hoy nos regala la misma figura: el “Operativo Manolito” en estos cuatro pasos para volver a salir sin temor.
1) No temas, porque yo estoy contigo. Cuando vamos a ÉL nunca nos rechaza, siempre nos recibe porque sabe que somos pecadores, humanos, con limitaciones pero el amor de ÉL hacia nosotros es inmensamente grande. Estar con Dios a favor es la gran diferencia.
2) No te angusties, porque yo soy tu Dios. En nuestros problemas, cuando no vemos soluciones a nuestras dificultades económicas en este mundo cambiante, nos sobrevienen los temores y el miedo nos paraliza. Por ello nos recuerda quién es ÉL.
3) Te fortaleceré y te ayudaré. Muchas veces creemos que milagrosamente se terminarán nuestras dificultades, pero recordemos que Dios nos da la confianza, la seguridad, la potencia de sus promesas, eso vale más que millones de dólares pero el atravesar ese “valle de sombras de muerte” es nuestra tarea.
4) Te sostendré con mi diestra victoriosa. Una cosa es que nosotros, en nuestras limitaciones, tratemos de tomarnos de su mano, pero otra muy distinta es que EL nos tome, nos sujete, nos agarre, nos sustente. Cómo haremos para caernos si ÉL nos sostiene a nosotros?
Aquí hay un secreto, el “Operativo Manolito”, el mismo que aprendí a mis 8 añitos. Si nuestro Padre Celestial quiere utilizarte para que lo acompañes para sanar a otras personas, déjate llevar, levanta tu brazo, tu mano y dile: acepto, ven a reinar en mi vida, tómame, llévame, quiero acompañarte. Seguramente nos hará pasar bien erguidos delante de nuestros angustiadores, los que querían destruirnos y nos llevará a dar aliento a otras personas necesitadas. Esa es la Sabiduría Milenaria que conozco. Tú conoces otro mejor?
por Elias Bajer (elias@businessandswing.com)