¿Hace mucho que no juegas con un imán?
En el costurero de mi mamá había uno grande y siempre estaba lleno de agujas, muchos alfileres y algunos clavos oxidados. Ese metal en forma de U los atraía mágicamente. Yo jugué con ese imán mucho tiempo y esa atracción nunca fallaba, siempre estaba, era confiable. Existen personas que tienen el poder de atracción de un imán: conquistan, tienen un magnetismo que cautiva y se me ocurrió mirar esa analogía entre el mayor magnetismo que existió y existe, el de Jesús y nosotros, los seres humanos.
Sabemos que el magnetismo es una energía invisible, una fuerza física que ejerce atracción pero también ejerce repulsión y rechazo. Todo imán tiene un polo que atrae y otro que repele, ambos polos forman parte de la misma pieza.
¿Juntaste alguna vez dos imanes? ¿Viste que solamente se juntan en una determinada posición?
Las leyes de la física indican que los polos iguales se rechazan, mientras que los polos opuestos se atraen. Unir varios imanes genera entre ellos una fuerza multiplicada, es como cuando las personas distintas forman un equipo, se completan, complementan, la fortaleza de una cubre la debilidad de la otra, entonces son más poderosas. Así ese equipo será de alto rendimiento.
Es muy común que las personas cuando ingresan a una nueva tarea, a un nuevo trabajo, esa fuerza magnética ejerza su poder, entonces comienzan a acercarse a algunas y alejarse de otras sin explicar los motivos. No estés preocupado: esas fuerzas también son compartidas por los otros, digamos que es hasta natural que así suceda.
Pero hoy la Sabiduría Milenaria nos muestra la atracción y el repeler de Dios, la libertad y la esclavitud, “la vida y la muerte, la bendición y la maldición” como los dos polos opuestos de un mismo imán. Presta mucha atención que en el medio de ambos polos, Dios expresa su voluntad: “Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes.”
Si escogiste a aquél que dijo “Yo soy la vida”, te dejaste atraer por el magnetismo de Jesús, entonces eres un verdadero cristiano; represéntalo ahora en donde te encuentres.
Jesús nunca habló de cambiar de religión, siempre nos atrajo “con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho; me incliné a ellos para darles de comer”…
No vino para pocos, sino que “a todos atraeré a mí mismo”.
Pensaba en ti y en mí cuando nos dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, yo los haré descansar.”
Necesitaba irse para ejercer su mayor magnetismo de atracción: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”
Nos deja siempre elegir el lugar donde queremos estar, pero depende de nuestra decisión: “El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama.” Ya escogiste el polo del imán?