Toda una nación dividida y fraccionada no podrá salir adelante bajo ninguna circunstancia. Todos dicen tener la razón levantando fuertemente la voz para no escuchar lo que el otro piensa o dice. Muchos medios de comunicación son responsables de agregar confusión en la población con chismes o publicando pensamientos mal intencionados.
Lentamente todo se va masificando y las multitudes se encolumnan detrás de las diferentes tendencias, creyendo cada una estar en la verdadera.
En el tiempo Bíblico de los jueces ocurrió algo similar y “cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus ojos”.
Hoy debemos clamar que venga una sanidad interior en toda la sociedad, teniendo la sabiduría de no ser afectados con las voces altisonantes de un lado y del otro. Debemos escuchar sólo la voz de Dios para que nos de la capacidad de aplacar los ánimos, y desde allí entregar el mensaje divino.
Necesitamos una voz profética clara y que no este viciada con el pensamiento reinante. Que el hombre de Dios que se levante no tenga compromisos ni pre-conceptos que lo condicionen al tener que denunciar el pecado.
La historia mostró a profetas que no hablaban lo que Dios les indicaba, más bien se acomodaban a la realidad reinante del momento.
En los días que el joven Samuel fue a vivir al templo junto al Sacerdote Elí, (1era. Samuel 3.1) vemos en que condi-ción se encontraba la sociedad de ese momento, “la Palabra de Dios escaseaba y no había visión con frecuencia”.
Viendo este cuadro, el joven Samuel se levantó con un mensaje contundente, llamando al arrepentimiento y a volver a la fidelidad a Dios.
Hoy necesitamos líderes espirituales que guíen al pueblo con firmeza y que establezcan un rumbo marcado desde los cielos. Necesitamos direccionar con valores eternos auténticos a la nación.
Muchas sociedades pasan por distintas etapas difíciles en su vida, pero lo que las hace diferentes es como salieron de esas encrucijadas.
La iglesia tiene hoy como principal objetivo sembrar con la palabra de Dios y con el conocimiento que esta produce. Tiene que seguir llamando a la sociedad al arrepentimiento de todo pecado que la condena.
Dios nos anticipa que el pueblo perece por falta de conocimiento y por eso este es el momento de difundir nuevamente las buenas nuevas de salvación.
“El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros”.