Birmania o Myanmar es un país del sudeste asiático. En una de sus ciudades más pobladas, a pocas millas desde donde se brinda culto a Buda, oculto entre las modestas casas de cemento y ladrillo, vive un pastor misionero.

Cada domingo, su casa se convierte en una iglesia en la que recibe a 12 ex budistas que ahora son discípulos de Jesús. Entre ellos, hay una pareja que asiste regularmente a la iglesia y que por seguir a Jesucristo ha sufrido constantes penalidades.

En esta pareja de nuevos cristianos, el hombre tiene 59 años, trabajó durante toda su vida como carpintero, al mismo tiempo que se había dedicado fielmente al budismo hasta su conversión al cristianismo en 2012. «Era muy fiel a Buda», comentó el hombre.

Fue su hermana mayor quien cambió el curso de su vida. Ella se había convertido en una seguidora de Jesucristo y le envió a su hermano una Biblia y una película sobre el hijo de Dios.

Este hombre era un escéptico, así que su hermana lo invitó junto a su esposa, a una reunión evangelística. Ellos no sabían nada de los milagros de Jesús ni de la forma en cómo echó fuera a los demonios con sólo una palabra. “Jesús no necesita incienso, velas o cantos especiales” le explicó su hermana. Cuando el hombre escuchó esto, inmediatamente entregó su vida a Jesús al igual que su esposa.

Persecución

Pero los problemas empezaron tan pronto como la pareja regresó a su casa. Convocaron a una reunión del pueblo y el líder les dijo que tenían tres días para regresar al budismo. Incluso, les obligaron a recitar pasajes budistas. Este hombre, ahora un “hijo de Dios” se negó, al mismo tiempo que declaró firmemente «Yo y mi familia somos cristianos.»

Desde entonces fueron acosados constantemente y se vieron obligados a abandonar su pueblo. Esta persecución no ha mellado su fe en Jesús, sino que crece cada día. Además, la pareja ha manifestado que no piensan abandonar a Jesucristo por ninguna razón.-