Teniendo en cuenta que nos aúna una fecha más que especial como cristianos, es que, en la reflexión de hoy, hablaremos del grupo de mujeres que acompañaba y caminaba con Jesús. Los narradores no dieron detalles, pero podemos leer en los libros de los Evangelios que Jesús siempre trata con respecto y cuidado a las mujeres.  

Los evangelios dicen que en el grupo de discípulos que acompañaban a Jesús había mujeres: “Lo acompañaban los Doce y alguna de las mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que había echado siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes” (Lucas 8, 2-3). Muchas otras, también reciben ese trato ameno de su compasión, como María su madre; Marta, la hermana de Lázaro; la hija de Jairo, la mujer adúltera, la mujer sirio fenicia, María de Cleofás, etc.

Si leemos más profundamente, podemos encontrar que camino hacia la Cruz, las escrituras describen que: “lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él” (Lucas 23, 27). Al pie de la Cruz “estaba su madre y la hermana de su madre, y también María, esposa de Cleofás y María Magdalena” (Juan 19,25). Varias de las mencionadas, participaron del triunfo de la resurrección (Marcos 16:1).

Las Escrituras no detallan con minuciosidad los motivos por los cuáles ellas seguían a Jesús. Algunas porque fueron liberadas de espíritus inmundos, tal vez otras por oír Sus palabras, otras por el deseo de servirle, otras por participar de Su vida, etc. 

Luego de más de dos mil años, podemos ver que la mujer sigue siendo tan firme en sus convicciones, defendiendo su fe en Jesús, al que nunca ha visto con sus ojos, pero si conocido mediante Sus enseñanzas, las cuales atraviesan las generaciones; y estas mismas fueron y son tan elocuentes que la historia de la humanidad, aunque intente negarlo, no podrá contra Su veracidad. 

Durante muchos años me pregunté: ¿Cómo hubiera sido mi vida en los tiempos de Jesús? ¿Le hubiera seguido? ¿Me hubiera burlado? ¿Lo habría dejado todo? ¿Le hubiera negado? ¿Habría puesto en riesgo mi propia vida por servirle? ¿Habría quebrado el frasco de alabastro del perfume de nardo sobre la cabeza del Maestro y ungido sus pies? ¡Cuántos interrogantes!… 

Teniendo en cuenta, el ultimo interrogante que me hice, te invito a leer el Evangelio de Juan 12:3, en el que dice: “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio y ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos y la casa se llenó del olor del perfume”

Te ofrezco un último dato especial sobre este perfume, el mismo era muy costoso, el nardo crece en India en la región de los montes Himalayas, entre los 3000 y 5000 metros de altura, por lo cual venía desde lejos y su valor correspondía al salario nada más que de un año entero de trabajo. Además, tenía cualidades medicinales. Pero todo lo anterior a María no les importó. Ella tenía un corazón desbordado de agradecimiento y tenía la plena certeza que aquel sobre el cual lo estaba derramando, era Su maestro, era Jesús. 

Sin lugar a dudas, hay mujeres que con sus hechos trascendieron la historia, y una de ellas fue María, la hermana de Marta, que pasó a la historia irrumpiendo con este acto de amor en aquel entonces, quebrando el alabastro para ungir el cuerpo de Jesús con el perfume de nardo para preparar el cuerpo de Jesús para su sepultura, seis días antes de la Pascua.  

Hoy el desafío está puesto en vos: ¿Estás preparada para trascender, entregando tu corazón al servicio de Jesús a la humanidad?

¡Dios te bendice!

 

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