Regocíjense en el Señor siempre.

Hay términos que por su misma naturaleza nos parecen mutuamente excluyentes: frío-calor; noche-día; agua-aceite, tristeza-gozo, por citar algunos casos. En la pequeña lista precedente, casi con total seguridad, tus ojos se habrán posado con mayor detenimiento en el último par, porque hacen a cosas muy profundas y que atañan a algo que pasa en nuestro interior. Todos hemos vivido momentos tristes, o aún temporadas de tristeza, por lo que nos parece raro pensar que el gozo pueda cohabitar en ese contexto. Lo mismo nos pasa con el gozo, porque estando gozosos, pensamos que sólo una gota de tristeza acabará con él.
Pues bien, en Cristo, y por su obra a nuestro favor, las dos cosas pueden habitar perfectamente.
La carta a los Filipenses puede ser llamada con justicia la carta del gozo, por la constante mención de Pablo de dicha palabra y sus derivados (1.4, 18, 25; 2.2, 17, 29; 3.1; 4.1, 4, 10). El apóstol nos habla de su gozo, y anima a los hermanos en Filipos a gozarse también. Pero en esa carta, dirigida a un grupo humano al que evidentemente amaba, tenemos que el apóstol que dice que se goza, al mismo tiempo desnuda su corazón, y nos dice que estaba viviendo no una, sino algunas tristezas (2.27, 28). ¿Invitar a otros a reír mientras unos mismo está llorando? Bueno, no es tan así, y aquí hace falta una pequeña definición de la palabra gozo.
Solemos identificar el gozo con la alegría, y estos, al menos en la Biblia, no siempre son sinónimos. Es más puedo decir que alguien gozoso, puede al mismo tiempo estar alegre, pero que no siempre alguien alegre puede estar gozoso. Es que la alegría tiene que ver con algo que nos pasa, una buena noticia, una emoción por algún logro alcanzado, un buen momento junto a amigos, seres queridos, etc. Pero ese estado suele desaparecer cuando lo que nos hacía sonreír ya no está, quedando en cambio cierta nostalgia por aquello que nos provocó ese estado y que ahora no está. El gozo cristiano es más profundo y se basa en una persona, su obra, y la relación que se puede tener con ella a cada instante.
Obviamente me refiero a Cristo. Es por él y en él que Pablo puede enfrentar cada día, aún los tristes. Si el apóstol se fijara sólo en sus circunstancias, tendría razones de sobra para no sonreír más. Preso, con su vida en manos del gobierno imperial, con poca gente a su alrededor. Pero él se goza y sigue invitando a otros a gozarse. Y lo hace sobre la base de que se sabe una obra en proceso de Cristo (1.6). Sabe que Cristo lo amó y lo ama profundamente, y que todo lo que a él le sucede no escapa a los planes de Dios. Y si lo peor le sucediera, es decir, si llegara la muerte, para él ese hecho no es más que la continuación de su relación con su amado, aunque ya sin las ataduras del pecado (1.20-21). Entonces se goza. Y ese estar gozoso tiene que ver con un estado de plenitud, tranquilidad, estabilidad interior, y también a veces de alegría, no basado en las circunstancias, sino en Cristo, en su obra y sus promesas.
Y se goza aunque declara que tiene en su pecho y su mente algunas cosas que lo ponen triste, que seguramente le han arrancado alguna lágrima. Se goza e invita, me invita, te invita, a que te goces con él, y por las mismas razones que él. El cristiano puede estar alegre o no, pues ello depende de las circunstancias, pero no puede dejar de estar gozoso, pues las razones para la alegría pueden estar presentes o no, pero las razones para el gozo son infinitas como nuestro Señor lo es. Entonces, el gozo puede cohabitar en tu vida con la tristeza. Es más, sin ese gozo producto de saberte amado por Dios, protegido a cada instante, y fruto de sus planes, la tristeza no tendría como ser combatida cuando llegue. Pero teniendo el gozo de sabernos hijos e hijas amadas por Dios, camino al cumplimiento de sus promesas, la tristeza no podrá opacar ni nuestra luz como mensajeros de Cristo, ni nuestra relación con él.
¿Estás pasando por alguna situación que te entristece? No te pido que dejes de llorar, sólo que vuelvas a mirar a Cristo y amor en forma de cruz, poné tu corazón allí y no en aquello que ensombrece tu vida. ¿Estás gozoso, aún alegre? ¡Gozáte aún más en tu Señor! Sonreí, disfrutá, que antes que ninguno, si tu vida está en las manos de Dios tenés motivos sobrados para enfrentar lo que venga con una sonrisa en el corazón.