Cerca de 6 mil civiles, entre ellos 350 niños, permanecen en Maryinka, una ciudad de Ucrania, donde la guerra continúa. Solo dos escuelas siguen funcionando, mientras que los jardines de infantes están cerrados. Cada día, los residentes cargan leña y esperan en sótanos que les entreguen bienes y el pan.

Un grupo de misioneros evangélicos junto con iglesias de diez ciudades de la frontera ucraniana establecieron puntos de distribución de ayuda, según cuenta Sergei Kosyak, líder del Centro de Ayuda Cristiana de la Iglesia de la Transfiguración.

Kosyak formó una congregación de 70 personas, que cuenta con una panadería, un coro y diversos servicios, como la entrega de leña. «El odio divide, el amor une, no quiero que la gente pierda a Dios», manifestó el ministro Yevgeny Medvedev. Algunas de las personas que asisten a los servicios fueron bautizados.

La velocidad de la expansión del evangelio en la zona es nueva, encontrar una religión siempre es más fácil en una guerra pues cuando la gente teme se acerca más a Dios.