Prisioneros en Illinois, Mississippi y Louisiana han experimentado el endurecimiento del aislamiento debido al COVID-19, pero gracias al ministerio cristiano Casa Koinonia, aquellos profesantes han recibido aliento espiritual.

Desde marzo, prisioneros en Illinois y otros Estados han estado bajo aislamiento, dijo el director ejecutivo de Casa Koinonia, Manny Mill. Mill conoce las prisiones desde adentro. Él se convirtió en cristiano mientras huía del FBI en Venezuela. Cuando encontró a Dios, volvió a los Estados Unidos, se entregó y cumplió sus dos años de condena en prisión.

«Pocos cristianos se preocupan por los prisioneros. Muchas de nuestras iglesias ni siquiera los mencionan, cuando en realidad es un asunto muy presente en la Biblia», dijo él. «Cuando piensas en los personajes de las Escrituras -José fue prisionero; Moisés fue asesino; David fue un abusador y asesino también; Abraham fue mentiroso; y Pablo, un asesino serial.»

Las personas luchan en prisión, dijo Mill. Pero las constantes restricciones y la pandemia lo han hecho todo más difícil.

«Es una situación inusual», dijo él. «Generalmente, los prisioneros tienen libertad de movimiento. Dependiendo de los niveles de las instalaciones, hasta los de máxima seguridad tienen algo de libertad. Tal vez este beneficio esté bien vigilado, pero al menos existe. Ellos pueden ir al patio, a la escuela, a los servicios religiosos, pueden ir a comer; pero durante la pandemia, todo esto se ha perdido.»

Prisión significa constante vigilancia. Los oficiales cuentan siete veces al día a los prisioneros. Para evitar que la situación se dificulte, los prisioneros siguen una rutina estricta.

«El aislamiento quebró esa rutina. La prisión depende de la rutina», dijo Mill. «Si te encuentras aislado en estás condiciones, lleno de miedo y ante la posibilidad de morir, tu rutina queda destruída. El miedo se apodera de ti. Te paraliza. Muchos comenten suicidio ante esto.»

El aislamiento creó una prisión dentro de la prisión.

«Los oficiales van al estacionamiento y buscan su armas para suicidarse. Llegan a un punto de desesperación. Simplemente pierdes las esperanzas. Sin esperanzas no hay razón de vivir», remarcó Mill.

El COVID-19 se esparce entre la población carcelaria cuatro veces más rápido que en el resto de la sociedad. Los prisioneros simplemente no pueden escapar de la enfermedad.

Desde que la pandemia comenzó, más de 270.000 prisioneros y 59.000 empleados carcelarios han sido infectados con el virus, según el Proyecto Prisión COVID.

Para darle esperanza a los prisioneros, Casa Koinonia creó videos en DVD que los prisioneros pueden compartir. También mantienen servicios virtuales por Zoom. Uno de los vídeos más recientes, titulado «Atrévete a tener Esperanza», contiene música de adoración y testimonios de antiguos prisioneros que han entregado sus vidas a Jesús. El grupo de Mill también donó jabón, shampoo, abrigos, y libros a los prisioneros.

Un ex prisionero llamado Eddie testificó en el video: «fue en la prisión dónde volví a dedicar mi vida al Señor. La Biblia dice en 2° Corintios 5:17 que cualquier hombre que esté en Cristo, es una nueva criatura. Fue esa Escritura la que impactó mi corazón.»

Cuando él se convirtió al Cristianismo, su deseo de hacer el mal desapareció.

«No hay nada imposible para Dios. Nada», declaró Eddie.

Mill contó que su ministerio no se refiere a los prisioneros por sus apellidos, para evitar relacionarlos con la vergüenza de sus crímenes.

Casa Koinonia lleva adelante varias maneras de ayudar a los prisioneros por amor a ellos, reconoce Mill.

«El amor es creativo», dijo. «Cuando enfrentamos un desafío, una prueba, un juicio, el amor siempre triunfa. Debemos amar creativamente. Debemos encontrar maneras de amar.»

El jueves pasado, Mill dirigió un grupo de discipulado de 36 personas en la Iglesia Compas en Wheaton. Diez de los asistentes por Zoom eran prisioneros.

Mill le pidió a un prisionero con cadena perpetua, Joacim, que liderara la oración de cierre. Los prisioneros, a menudo se sienten solos y olvidados por el mundo exterior.

«Los cristianos pueden ayudar a los prisioneros leyéndoles la Biblia y pidiendo a Dios más compasión», dijo Mill. Pueden trabajar con grupos locales en las prisiones de su comunidad.

«Volverse más sensibles. Menos prejuiciosos. Entender que nadie está exento de caer en prisión», dijo él. «Cuando bendices a un recluso, Dios abre las puertas del Cielo para ti. Es cuando haces a Dios el Padre feliz.»