Es viernes, el día de la oración musulmana. Mientras ellos oran, Magid nos lleva por las no pavimentadas calles de su vecindad en Alejandría hasta su casa. En una pequeña habitación encontramos a sus dos hijos, Youssef y Maryam, de ocho y seis años respectivamente. Magid los abraza cariñosamente y le da un beso a su hija en la frente mientras su hijo le susurra algo al oído.
Ya sentados, le preguntamos a Magid por su esposa. La mitad de la pared de la habitación está llena de fotos suyas. Al describirla, Magid está entre la risa y el llanto. “Antes de casarnos vi lo llena de fe que estaba, siempre oraba y leía su Biblia, y en la iglesia les enseñaba a los niños sobre Dios. Entonces supe que ella sería una buena esposa”. Se frota las manos y se traga las lágrimas. “La amaba tanto…”.
Se casaron en 2007. No eran ricos, pero disfrutaban la vida juntos y con sus hijos. Ese domingo fatídico la familia tendría un dinero extra con la venta de las ramas de palma. A sus hijos les encantaba llevar una rama decorada a la reunión del sábado de Pasión. Y eso hicieron en la víspera al Domingo de Ramos de 2017. “Me quedé toda la noche en la ciudad para guardar nuestro puesto. Hannan y los niños se reunieron conmigo a las seis de la mañana. Maryam ayudó a su tía en la reunión, mientras Hannan y Youssef me ayudaron a vender las ramas de palma”.
A las nueve llegó la noticia de un atentado en una iglesia cerca del trayecto entre Tantra y Alejandría. Por miedo a nuevos ataques, el sacerdote terminó la misa más pronto de lo normal. El miedo no era infundado. Poco después, un terrorista suicida detonó una bomba cerca de la puerta de la iglesia. Para Magid es difícil recordar lo que vio después: “Hubo humo y, cuando el humo se desvaneció, vi partes de cuerpos sueltas en todas partes. La cara del guardia estaba completamente negra. Y entonces vi a Hannan, mi querida esposa, en un charco de sangre”, relata con mucho dolor.
Hannan no sobrevivió. Su sobrino y un tío de Magid tampoco. Magid no consiguió dormir durante una semana, y aún no puede creer realmente lo que pasó. “Fue una pesadilla, y no consigo despertarme de aquella pesadilla”, dice. También fue una pesadilla para sus hijos, según cuenta: “Youssef vio cómo pasó. Intento hacerle olvidarlo, pero lo encuentro una y otra vez mirando videos en internet sobre aquello”.
Ahora Magid tiene que criar a sus hijos solo. “Les cuento a mis hijos que su madre está ahora en el cielo y que está bien”, dice. Magid y sus hijos miran con frecuencia la última foto de Hannnan con sus dos hijos ante la iglesia, que fue hecha momentos antes de morir. Magid tiene la esperanza de que sus hijos recuerden la fe de su madre: “Ella estaba siempre leyendo la Biblia con ellos. Y les enseñó cómo orar”.
Ser un padre soltero es duro para Magid, pero lo intenta. “Los llevo de picnic, por ejemplo. Espero que eso les haga olvidar por un momento lo mucho que echan de menos a su madre”. Juntos tratan de continuar con la vida lo mejor posible, y lo más importante, no están solos: “Dios nos manda gente para ayudarnos y para orar por nosotros. Esto me consuela… Por favor, orad por mis queridos hijos y por mí, para que Dios nos dé la fortaleza para soportar todo”.