Aunque han pasado dos años de ello, Ayda revive diariamente aquel momento horrible. Durante un «chequeo médico» en la ciudad iraquí de Qaraqosh en el verano de 2014, militantes del autoproclamado Estado Islámico tuvieron un inusitado interés en Christine, la hija de Ayda, que tenía 3 años de edad. De repente se la arrebataron de sus brazos, y entregaron a la niña sollozando a un guerrero barbudo.
Puertas Abiertas y otras organizaciones publicaron la terrible historia. Pasados dos años de noches sin dormir, luchando contra miedos inimaginables e interminables llantos, Christine sigue desaparecida. Ayda y su familia viven ahora en una cabina portátil en un campo de refugiados. Pero, como dijo hace poco Ayda a nuestro contacto iraquí, «Christine aún está allí». Con “allí” quiere decir ‘al otro lado’, en un lugar tan cercano que se puede llegar conduciendo y, aun así, un lugar inalcanzable. Allí significa en territorio de DAESH.
Christine nunca se aleja de la mente de Ayda y de los otros miembros de la familia, que han pegado una foto de Christine en la pared de la cabina, una foto que encontró su hermano en Facebook. Cuando habla, Ayda gesticula una sonrisa forzada, pero sus ojos reflejan un fondo de tristeza que sus palabras no pueden expresar. «Hemos escuchado que Christine está viviendo con una de las mujeres cristianas que fueron secuestradas por el Estado Islámico. Esta mujer fue obligada a casarse con un militante de DAESH y de alguna manera se las arregló para tener a nuestra Christine bajo su cuidado».
Aunque esto pudiera parecer una pequeña chispa de buenas noticias, los padres no muestran felicidad alguna. Quizás porque les preocupa qué penurias esté pasando su hija. Quizás es la incertidumbre, esa que les hace cuestionar: ¿volverán a abrazar a su hija de nuevo?
«Se está haciendo mayor», dice la mamá de Christine con una sonrisa triste, mientras mira la foto de su hija, lo más tangible que retiene de ella. La niña ha pasado ya por su segundo cumpleaños sin sus padres. «No sé cómo lo habrá celebrado», dice Ayda. «Poco después de encontrar la foto en Facebook, cortaron internet en Mosul. Ahora no tenemos ninguna noticia».
La incertidumbre sigue llenando los días de Ayda. Su corazón de madre debe estar consumiéndose por dentro cada mañana que se despierta sin su hija. «A veces temo que mi Christine crezca sin mí, que nunca la vuelva a ver de nuevo». Mira hacia abajo para no llorar.
Pero Ayda no quiere renunciar a la esperanza. Ella simplemente no puede sobrevivir sin esa esperanza. Mientras Christine esté en Mosul, ella y el resto de la familia no saldrán de Irak. Ayda no descansará hasta que la niña esté de regreso, segura en sus brazos, a donde pertenece. «Sin ella, es como si parte de nuestro corazón estuviera ausente. No nos sentimos completos sin ella».
La familia de Christine nos insta a orar para que su hija y hermana Christine regrese. Afirman que eso es lo más importante para ellos.
Otros familiares en zonas controladas por el Estado Islámico
Escuchamos más y más noticias sobre personas que permanecieron en Mosul y las llanuras de Nínive. La familia de Christine tiene dos ejemplos. «Mi padre estuvo en Qaraqosh», dice Ayda. «Él estaba enfermo, su salud no estaba del todo bien. Así que, cuando todos huimos, él se quedó solo en la casa. Luego supe que murió tres días después que el Estado Islámico llegase. Él estaba viejo y enfermo, y no tenía agua ni alimentos. El Estado Islámico lo sepultó».
El padre de Christine aún tiene una hermana en Qaraqosh. «Tenía 80 años de edad y no quiso salir», dice. «Se negó a huir con nosotros, quiso quedarse en su casa de Qaraqosh». Ahora, él no está seguro de que aún esté con vida. «En Mosul TV informaron de que una anciana cristiana de Qaraqosh había muerto. Podría haber sido mi hermana, pero no estoy seguro. No tengo forma contactar con ella».