LECTURA DE HOY: LUCAS 1:18-20 y LUCAS 1:34-38 (NVI)
El sacerdote:
Luc 1:18 –¿Cómo podré estar seguro de esto? –preguntó Zacarías al ángel–. Ya soy anciano y mi esposa también es de edad avanzada.
Luc 1:19 –Yo soy Gabriel y estoy a las órdenes de Dios –le contestó el ángel–. He sido enviado para hablar contigo y darte estas buenas noticias.
Luc 1:20 Pero como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda.
La virgen:
Luc 1:34 –¿Cómo podrá suceder esto –le preguntó María al ángel–, puesto que soy virgen?*
Luc 1:35 –El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios.
Luc 1:36 También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de embarazo.
Luc 1:37 Porque para Dios no hay nada imposible.
Luc 1:38 –Aquí tienes a la sierva del Señor –contestó María–. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó.
INTRODUCCIÓN
He leído el evangelio de Lucas varias veces, y nunca había notado el contraste que hay entre los anuncios de ambos nacimientos. Por eso y por otras circunstancias, sabemos que la Palabra de Dios es viva y eficaz, y siempre tiene cosas nuevas para nosotros. En la primera sección leímos cómo el ángel Gabriel, se presenta en el Templo de Jerusalén, a la derecha del altar, para hablar con el “sacerdote” Zacarías. Por otro lado, pero en el mismo capítulo 1, vemos el otro anuncio de Gabriel. Hay dos actitudes distintas, de ambos personajes, el sacerdote (un religioso que sabía y conocía bien su oficio y las Escrituras) y una joven virgen, una chica sencilla y humilde, de un barrio o aldea israelita.
EL SACERDOTE
Una dama “estéril”, que ya era de edad avanzada, junto con su esposo, un sacerdote en pleno ejercicio de sus funciones, fueron el objeto de un gran milagro anunciado por el ángel de Dios. Se trata de alguien muy especial, anunciado y profetizado desde hacía mucho tiempo antes, Juan el Bautista, como una figura profética de Elías. Me llama poderosamente la atención de que este hombre, “entrenado en la fe”, no le creyera al ángel. ¿Cuál sería un posible por qué, de la duda de Zacarías? Probablemente, porque tanto él como su esposa, eran “viejos” y aparte, su esposa era “estéril”. El ángel le dijo que “ha sido escuchada tu oración”. No sabemos qué cosas le pedía Zacarías a Dios en oración, pero lo que haya pedido, fue escuchado por Dios. Pedirle algo a Dios y no creer que Él tiene el poder para contestar, se llama “incredulidad”. Ante la respuesta incrédula de Zacarías, el ángel no retardó su respuesta: “Pero como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a
quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda.” (v. 20) hubo en ese momento, lo que me gusta denominar “un juicio breve de Dios”. Aunque estoy seguro que una afirmación así, traerá también detractores. Porque Dios es el Soberano, decidió dejarlo mudo a Zacarías, como consecuencia de su incredulidad, la cual le iba a durar unos nueve meses, hasta el nacimiento del bebé profetizado por Gabriel (y anteriormente por el profeta Malaquías: Mal. 3:1 He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; Mal. 4:5 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.). Y efectivamente, cuando nació Juan, Zacarías seguía estando mudo, le preguntaron cómo se iba a llamar el niño. La madre dijo “Tiene que llamarse Juan”. Algunos dudaban, así que le preguntaron al papá del bebé, quien escribió en una tablilla: “Su nombre es Juan.” Y al instante pudo hablar de nuevo.
LA VIRGEN
El anuncio de Gabriel, es que nacería el Salvador de Israel, Rey e Hijo de Dios. Ella hizo una sola objeción, que nunca había tenido relaciones sexuales con nadie. Ella era la prometida de José, el carpintero. En esa cultura antigua, esto era considerado como si ya fuera la esposa de él, es decir, era un compromiso muy serio. Si ella quedaba embarazada, siendo la prometida de alguien, pero sin casarse, le esperaba la muerte deshonrosa, por apedreamiento. El ángel le explicó cómo sucedería lo del embarazo. Ella simplemente se sometió a la voluntad de Dios. Veamos la respuesta de la joven: “Luc 1:38 –Aquí tienes a la sierva del Señor –contestó María–. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó.”. Notemos que no hubo “ninguna” sanción para ella. Una chica sencilla, de un barrio humilde, próxima a casarse, puede creer, que lo anunciado por Gabriel se cumplirá. Creer a un costo muy alto, que existía la probabilidad de morir por aceptar la voluntad de Dios. Como si esa voluntad incluyera más riesgos que ventajas o certezas. Debemos notar, que tanto al “sacerdote” como a la “virgen”, LES CAMBIÓ LA VIDA. Recordemos que esto también estaba anunciado desde hacía varios siglos, Isaías 7:14 “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.”
NOSOTROS
Podemos encontrarnos en la disyuntiva, de tener una profunda fe, porque de alguna manera “somos religiosos”, o ser alguien común, gente sencilla de barrio, sin formación académica de ningún tipo. Esto no es “excluyente” para dejar de creer la Palabra de Dios. Jesús les dijo a los saduceos en Mateo 22:29: “Jesús les contestó: –Ustedes andan equivocados porque DESCONOCEN LAS ESCRITURAS Y EL PODER DE DIOS.” ¿Cómo conocer las promesas de Dios, si no leemos la Biblia? ¿Cómo conocer más a Jesús si no leo los evangelios? Si tenemos el buen hábito de hablar con Dios, y de pedirle lo que estamos necesitando, o simplemente contarle cómo nos sentimos, debemos creer que Él nos está escuchando, ¿O no?
No hace falta ser un pastor súper “ungido”, como para estar seguros, que Dios nos está escuchando, y que está dispuesto a responder lo que le estamos pidiendo (todo aquello que está dentro de su voluntad). Cualquier persona sencilla, de un barrio común, con una fe pura y básica, pero al fin una fe que conmueva a Dios, puede estar segura, que del otro lado de la “línea” o del “wifi” hay Alguien escuchando. No lo podemos ver, pero Dios está “con y en” nosotros. Toda intervención de Dios, puede cambiar nuestras vidas.
CONCLUSIÓN
Si la súper “fe” del sacerdote, lo imposibilitó de creer lo que Dios tenía para su vida y familia, de cómo lo que había esperado toda su vida se estaba por cumplir, entonces, prefiero NO ser un
religioso. Es mejor ser alguien sencillo, como esa dulce dama que se la jugó por Dios. La virgen, que se estaba jugando la vida por aquello que Dios había preparado para su vida. No solamente “creyó” sino que “sometió” su vida, a Aquel que podía cambiar su destino para siempre. Pese a la reprimenda de Gabriel y el “breve juicio de Dios” sobre Zacarías, su vida ya nunca más sería la misma. Imagínate la próxima vez que él se acercara al altar de Dios, recordaría que fue allí, donde todo cambió. O en el caso de la virgen, cuando estaba en sus cosas cotidianas, hasta que irrumpió Gabriel con semejante anuncio, que ella sería la madre del Salvador.
Seas un pastor de “renombre”, o alguien que se dedica a hacer cualquier otra cosa para Dios, que Él está pendiente de nosotros. Él tiene planes, quiere cambiar nuestra vida, y por medio de nosotros mismos, la de otros. Dios siempre incluye a otras personas. Cuando Juan el Bautista se presentó públicamente a Israel para ejercer su ministerio profético, trajo alivio para muchos, y preparó el camino del Mesías. Cuando Jesús nació, con Él nació la esperanza de toda la humanidad, de volver a relacionarse con Dios. Gracias a Él, nos reconciliamos con Dios, teniendo el perdón de nuestros pecados. Estoy seguro que Dios tiene “ALGO MÁS” para cada uno de nosotros. Nos toca “CEER” que Él puede seguir transformando nuestra vida.