Hoy el mundo atraviesa momentos de gran incertidumbre. Los lugares que frecuentábamos, se encuentran cerrados. Las calles parecen desiertas y el murmullo que se oía en las calles también. Entre estos lugares, asimismo han sido cerrados los lugares de reunión en los templos, pero paralelamente crece el número de casas en las que las familias se reúnen a agradecer a Dios y a elevar una oración por los carenciados, por los enfermos, por los necesitados.
Y es justamente que, teniendo en cuenta al necesitado, vemos que hay un espíritu de servicio muy notorio y que como sociedad estamos comenzando a comprender que saldremos de esta situación, juntos.
Mujer, el pánico, la desesperanza, la angustia está ganando lugar dentro de las personas, y les hace creer que todo está perdido, que todo se acabó; pero también, por otra parte, tenemos a quienes se han decidido a vencer los miedos y la desesperanza con fe y acción. ¿Y de qué manera? Mediante la solidaridad. Hay muchos Centros de Salud que en estas últimas semanas recibieron, elementos necesarios e indispensables para combatir esta emergencia sanitaria, y es emocionante ver la cantidad de familias reunidas cooperando y confeccionando barbijos con tanto amor.
Creo certeramente que cuando la Iglesia (que somos nosotros) ora, se establece una conexión que vence cualquier limitación presente, llega hasta el último rincón de la tierra y abraza a los seres amados inyectando fe, esperanza y provoca lo mencionado antes, inundando de amor al que más necesita, al que no conoce, pero sabe que puede ayudar.
La oración y la acción reflejan ese amor que vence toda indiferencia.
Mientras más pronto pongamos nuestra confianza en Dios, superaremos la crisis existencial que quiere venir una y otra vez a golpear nuestra fe. De esta manera disfrutaremos de su compañía y su ayuda. Sabemos que no estaremos nunca exentas a las dificultades, pero es bueno, mirar hacia atrás a medida que vamos avanzando en el camino y ver que no lo hemos recorrido solas. Dios es el compañero fiel, siempre estará presente. Que nuestra confianza pueda estar puesta en él.
Mujer que de tu boca jamás escasee la palabra de sabiduría, de ánimo, de contención; y acompaña a ellas, con solidaridad, caridad, abrazos y amor.
“¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, ¡para que tengamos una esperanza viva!”
1 Pedro 1:3
¡Dios te bendice!