El ser humano nace en un lugar y no tiene idea de lo inmenso que es el mundo que lo rodea, hasta que crece y puede ir descubriendo y conquistando nuevos espacios y lugares alejados de su sitio de pertenencia.

Hay quienes las fronteras imaginaria no lo detienen ni frenan, pudiendo trasponer todo obstáculo para llegar a donde se han propuesto, descubriendo que para ellos el mundo puede llegar a ser muy pequeño y nada ni nadie se interpondrán entre sus sueños y su logro.

Podemos decir que todas las dimensiones para esas personas serán de acuerdo a como ellos piensan. Esto nos hace creer que el mundo será de las medidas que en nuestra mente establezcamos.

Usando este principio podemos entender lo que Dios nos dice en su Palabra: “Pideme y te daré como herencia las naciones”. Sin duda que este pasaje debe ser comprendido desde esta plataforma, quien tenga en su mente un mundo inalcanzable, no podrá entender esta hermosa promesa.

La fe entonces no es meramente un deseo desmedido, que no tiene ningún correlato con lo que nos rodea, podríamos decir que es un pensamiento sólido de alguien que actúa en consecuencia de lo que el vive como realidad.

Mi fe debe ser coherente con las dimensiones que yo crea en lo que me rodea y eso genera un clima confortable en el lugar donde me desarrollo. Mi hijo toma valor cuando ve que le puedo hacer frente a un perro que me ladra y ve que yo no demuestro miedo, porque creo que soy superior y de esa manera el tampoco temerá.

Nuestra fe debe cambiar nuestra manera de pensar y ayudarnos a adquirir una medida juta de las cosas que nos rodea.
El mundo será de las medidas de nuestra fe y lo que ocurra será de ese mismo tamaño.

Conforme a tu fe te será hecho, esto quiere decir que todo tendrá las medidas de lo que nosotros creemos, por consiguiente nuestro Dios será tan grande como nuestra fe.