La educación está en crisis: maestros, estudiantes, y padres lo saben; cualquiera que tenga una remota conexión con el sistema educativo lo sabe. La pandemia global no causó la crisis, pero ha puesto bajo el reflector unos problemas crecientes y convirtió señales escondidas de advertencia en gigantes marquesinas que atraen la atención. Las grietas en el sistema, que han estado visibles por décadas, ahora parecen cráteres imposibles de enmendar. En un tiempo donde en la sociedad, la lucha por los derechos individuales está en alza, el buscar suplir las necesidades educacionales está en decadencia, aunque se cuenta con la tecnología para llevarlo a cabo. Esto se debe a qué la promoción del estado por la conformidad y el individualismo son mutuamente exclusivos. Uno no puede contener al otro. Es por eso que se necesita un nuevo enfoque. Y la Iglesia puede proveer la solución.
El Problema
Ha sido un año pesado desde que el mundo se detuvo y las escuelas comenzaron a hacer malabares para cambiar por completo los métodos de educación. Los directivos educativos corrieron para resolver como proveer educación virtual, y poder hacerlo sin una estructura sólida que ayudara a los docentes y estudiantes. Las escuelas privadas se encontraron en una situación un poco mejor, simplemente porque manejan una matrícula menor. Cómo se creía que el cierre duraría solo unas semanas, solo se tomaron medidas superficiales. Algunas escuelas tomaron una semana extra de las vacaciones. Otras enviaron tareas para el hogar, preparándose para volver ‘a las clases reales’ cara a cara. Pero cuando se volvió evidente que el aprender de manera virtual iba a perdurar el resto del año, la educación se volvió más veloz, emparchada, sin planificar e inadecuada. No había justificativo, después de todo, solo sería por un período corto, ¿verdad?
Ahora nos encontramos un año después. Lo que una vez fue la excepción, ahora es la regla. La enseñanza virtual se ha convertido en esencial e integral de la educación en todos los niveles. Plataformas como Google Classroom y Zoom son piedras angulares. Las compañías de currículums han presionado para alcanzar las demandas y necesidades; las escuelas han excedido sus presupuestos tratando de satisfacer las demandas. ¿Y los estudiantes? Los estudiantes están fallando. Al final del semestre, las notas bajas aumentaron un 83%. ¿Los docentes? Los docentes están al borde del colapso nervioso. Cualquiera de ellos puede decir que están dando todo lo posible, más de lo que han dado en toda su carrera. ¿Y los padres? Han pasado todos sus límites. Aún los trabajadores no esenciales han vuelto a su rutina, mientas sus hijos están en sus hogares aprendiendo sin ninguna supervisión. ¿Cómo enseñamos desde casa si no estamos en ella?
Muchos distritos escolares han declarado que los estudiantes no deberían pagar las consecuencias de la pandemia. Entonces, si un niño no cumplió con el calendario 2020-2021, aún así no debería repertir su año. Deberían ser promovidos al año siguiente, y que el siguiente docente determine cómo proceder. (Felicitaciones, docentes de sexto grado. El año que viene estarán enseñando quinto grado). Sin embargo, a un niño enfermo que se educa en casa se le exige que resuelva una prueba estándar. Más allá de las necesidades individuales de cualquier estudiante, si no se pudo asegurar la asistencia, aún así recibirán el 59% de aprobación en sus exámenes. Aún así serán promovidos al siguiente año. La educación pública está de cabeza.
¿A quién le sirve que los estudiantes pasen de año aún sin tener los conocimientos necesarios? ¿Las necesidades de quién están siendo atendidas? Ciertamente no de los estudiantes, ni de los padres, ni de la sociedad. ¿Qué se logra en este afán de mantener el status quo? En veinte años será evidente que tendremos una generación sin las habilidades básicas simplemente porque la educación no pudo manejar una pandemia global. ¿Seguirá cayendo América en los rankings mundiales de educación? Estamos tan desconcertados que seguiremos, simplemente poniendo parches a un sistema fallido, sólo porque nadie sabe cómo lidiar con la crisis.
Por años hemos denunciado que el sistema educativo está roto y necesita ser reparado. Los gobiernos lo han intentado y solo han dejado un proceso que valora más el resultado del exámen, que el aprendizaje integral. La pandemia no sólo ha dejado al descubierto las debilidades, sino que las ha exacerbado. El sistema educativo ha sido totalmente deconstruído en los últimos 12 meses, y no hay parches ni pegamento que pueda sostenerlo. El mandato es claro: si deseamos que nuestros hijos tengan educación de valor, somos los padres los que debemos tomar las riendas. Después de todo, cuando todo en el mundo cerró, ¿Quiénes quedaron con la responsabilidad? Los padres.
Y los padres se están poniendo de pie. Lejos de aceptar la promoción con calificaciones mediocres, los padres están haciendo cambios radicales en la familia, y así proveer educación a sus hijos. Están usando la opción de trabajo remoto para poder monitorear el progreso de sus hijos. Tutores privados se han convertido en los nuevos facilitadores. Y las iglesias se han abierto para las clases virtuales. Puramente por necesidad, la responsabilidad de la enseñanza ha vuelto a la piedra fundamental de la sociedad: la familia y la iglesia.
La Solución
¡La Iglesia puede ayudar! Podemos subsanar está frustrante situación. Los dolores y molestias de la educación moderna le provee a la Iglesia una oportunidad única para ministrar. Ésta es una manera para la Iglesia de no sólo alcanzar a la comunidad sino de asistir en problemas reales, y de lograr la Gran Comisión. ¿Cuántas veces nos hemos lamentado de que los niños solos están de 3 a 5 horas a la semana en el templo, mientas que en la escuela el promedio es de 40 horas. Nos hemos lamentado de que están siendo adoctrinados y deseábamos ser un refugio del mal. Podemos proveer ese refugio, y a la vez formar valores bíblicos en ésta generación. La Iglesia puede proveer educación de calidad y llenar las grietas en la enseñanza que se han creado. La respuesta es Educación Cristiana Individual.
Un grupo de personas no fue tomada por sorpresa por el aislamiento. Este grupo continúo con los estudios de sus hijos normalmente. Padres, escuelas, y educadores ya usaban la Educación Cristiana Individual y pudieron seguir el proceso sin problemas. Este sistema siguió proveyendo sus contenidos a los estudiantes en las casas. Los niños finalizaron el año completo, sin falencias ni carencias. Los padres y educadores no tuvieron que pensar en cómo recuperar el tiempo perdido. Todo siguió su curso. El sistema en Massachusetts reportó que el 75% de sus estudiantes alcanzó el 100% de los contenidos anuales, sin necesidad de hacer ajustes por la pandemia. ¡Esto es algo que no se oyó en el sistema educativo tradicional!
Tanto los medios como la medicina dicen que la educación virtual es dañina para los estudiantes, pero no hablan de los que sí alcanzaron el éxito. El sistema de educación Cristiana Individual (vigente hace 50 años) ha producido buenos resultados.
Es tiempo de la Iglesia el implementar lo aprendido. Un discipulado diario es posible para nuestros niños, a través de la Educación Cristiana efectiva. Mientras los padres toman el mando de la educación de sus hijos, la Iglesia debe apoyar este sistema. Los Pastores deben tratar este tema en sus sermones regulares. Tal vez es tiempo que las Iglesias abran sus escuelas. Tiempo de abrir las puertas para alivianar la carga sobre los padres. Ya sea desde un programa diario, un encuentro semanal, etc., la iglesia debe estar presente.
Este nivel de oportunidad para ministrar no se ha visto en décadas. La gente está en busca de respuesta. Están en busca de soluciones. El liderazgo eclesiástico debe ser como Moisés y guiar en el gran éxodo de la educación secular. Es tiempo de proveer un refugio, esperanza, y ayudar a las familias y comunidades. En el proceso, podemos compartir el Evangelio y entrenar a la nueva generación de líderes Cristianos a ser fieles a la causa de Cristo.
Por Angel Parrish y el Dr. Adam Rondeau