Toda inestabilidad hace que el ser humano pierda toda la tranquilidad, al ver que no puede manejar lo externo, le produce una angustia por esta falta de control, estresándolo y poniendo al descubierto todas sus inseguridades.
Hemos pasado un año en el que no logramos agendar nada de lo que comúnmente veníamos haciendo, esto provocaba en nosotros una incertidumbre y por momentos una angustia que se volvía incontrolable.
Estas reacciones se venían repitiendo de hogar en hogar, de persona en persona y generó un estado de alteración en muchos casos inmanejable, muchas familias terminaron desechas y relaciones quebradas por no saber como entendernos y sobrellevar estos cambios que nadie nos había prevenido.
La iglesia no estuvo exenta de esta problemática y al saber que cada persona es tripartita, empezó a notarse la ausencia del trabajo pastoral de cubrir como siempre lo venía brindando la ayuda integral para el alma el cuerpo y el espíritu y que por el distanciamiento se padecía. Pero el Pastor con un real llamado y que Dios dotó con una sensibilidad especial puso en marcha todo su empeño como para adecuarse a los tiempos y logró en su mayoría sortear todas esas dificultades poniéndose muchas veces al frente de todas las carencias de los hermanos.
Ahora que lentamente se está volviendo a cierta normalidad, es el tiempo de que los hermanos que saben del esfuerzo que los siervos de Dios han hecho, puedan devolver en fidelidad y regresar a sus congregaciones siendo columnas que fortalezcan y devuelvan con gratitud lo que su pastor hizo en momentos tan cruciales.
Encuestas arrojan que muchas familias pastorales han tenido necesidades no cubiertas y muchas veces la congregación no lo sabia, emocionalmente debían luchar con los mismos problemas que sus miembros sufrían como grupo familiar. Y en la mayoría de los casos sus coberturas estaban en edad de riesgo y no los podían asistir.
Nace una nueva iglesia, dándole real importancia a congregarnos, de ser solidarios y practicar la honra. Hoy queda todo negro sobre blanco y cosas que antes no notábamos hoy quedan a la vista. Había números que no marcaban la realidad que se vivía y la cruda verdad quedó al descubierto. Y con lo que quedó después del flagelo las congregaciones deben reconstruir los ministerios sabiendo realmente con que contamos.
«Lo hizo para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni ningún otro defecto. Será, en cambio, santa e intachable». Efesios 5:27