Lau Nu* (73), viuda, vivía con su hijo de mediana edad en una choza de una sola habitación en la periferia de su ciudad en Myanmar, compartiendo su casa con las cabras que tenían. Vivían en un área donde la mayoría de la comunidad trabajan criando cabras para ganarse la vida. Lau Nu trabajaba para una familia, para quien lavaba y plancha la ropa.

El Pastor Aung* solía visitar a Lau Nu y su hijo para hablar y orar por ellos. También les invitaba a visitar la iglesia. La primera y segunda vez, Lau Nu y su hijo dijeron que sí, pero luego no asistieron porque no tenían buena ropa para llevar a la iglesia. Cada religión en Myanmar considera la alabanza como algo propicio, así que es normal que uno se vista bien cuando visita un templo budista o asiste a una iglesia o mezquita. Así que el Pastor Aung les dio nueva ropa y finalmente asistieron a la iglesia.

«Aquel día que fuimos a la iglesia, preparamos nuestra comida por la mañana, pero no la comimos. Desayunamos y comimos en la iglesia, todo abunda en la iglesia. La comida que preparamos por la mañana se convirtió en nuestra cena», recuerda Lau Nu.

Aunque Lau Nu y su hijo aún no eran creyentes cuando asistieron a la iglesia por primera vez, sintieron la generosidad de la iglesia y ella comprobó que el Dios cristiano era ciertamente bueno y generoso. «Conocimos a algunas personas, donantes de la iglesia, que nos dieron comida. Ahora me doy cuenta de que aunque aún no creía en Dios, Él ya estaba proveyendome. Me preocupo porque no sé de dónde vendrá mi comida todos los días. Estaba acostumbrada a tener solo una comida al día. Pero los miembros de la iglesia fueron amables y nos dieron comida según la gracia y el amor de Dios».

El hijo de Lau Nu estaba paralizado, pero con oraciones y con el cuidado del pastor y los miembros de la iglesia, se recuperó y fue bautizado. Muy pronto, Lau Nu aceptó a Cristo como su salvador y fue bautizada también.

«Cuando visité el lugar donde me quedaba antes de venir aquí, la gente se dio cuenta de que no me arrodillaba ante el monje, y ya no actuaba como budista. Se dieron cuenta de que me había convertido en cristiana. Ya no quieren hablar conmigo porque me convert… Dijeron que era una traidora,» continua diciendo. «Mi familia me preguntó por qué hago las cosas que hago. La gente ya no me quiere hablar.»

Después de que Lau Nu conociese a Cristo, se tuvo que enfrentar al rechazo de sus parientes y vecinos. Sin embargo, demostrando una fe asombrosa y una dependencia en la provisión del Señor, no se desanimó. Ahora cree que el rechazo ha tenido su parte positiva, ya que tiene más tiempo para pasar con Dios.

Para ayudar a Lau Nu y a su hijo a conseguir un medio de subsistencia, Puertas Abiertas les ha regalado cabras a través de su pastor. Para Lau nu, las dos cabras hembras y tres cabritos que ha recibido son ya parte de su familia. Tiene gran esperanza en que, una vez crecidos los cabritos, podrá venderlos y comprar más cabras.

“Los ojos de todos esperan en ti, Y tú les das su comida a su tiempo. Abres tu mano, Y colmas de bendición a todo ser viviente” – Salmo 145:15-16

*Nombres cambiados por razones de seguridad.

Fuente: Puertas Abiertas