Hoy celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, recordando cuando los discípulos le prepararon un pollino que les había sido prestado. Al llegar a la ciudad una multitud lo recibió victoreándolo porque esperaban a un libertador poderoso que se levantaba contra el sistema de este momento, el pueblo esperaba un Rey.
Las historias del ser humano siempre se van repitiendo, es como que nunca terminamos de aprender. En el tiempo que Jesús caminó sobre la tierra él mismo explicó cual era su misión y en que carácter había venido al mundo, pero luego de ser claro y preciso los oyentes nunca terminaron de comprender cual era el plan de su presencia en medio de ellos.
Nuestros intereses personales han hecho que nuestra fe se vea afectada, perdiendo la objetividad a la hora de interpretar los alcances de nuestra salvación que va mucho más lejos que nuestros apetitos humanos.
Jesús pidió prestado un pollino de asna, tal vez porque quería demostrar que al ser un animal que no había sido domado él lo podía montar sin problemas mostrando que la naturaleza se le somete, y lo pidió prestado porque quería revelar que no necesitaba exhibir un poder económico.
El recibimiento que ellos le dieron fue propio de una masa humana que se suma a lo que no entiende, solo se suma sin llegar a la profundidad y comprensión de que estaba pasando en ese momento de la historia.
Tomemos distancia de lo que ocurrió hace tanto tiempo y hagámonos la pregunta: ¿Cómo recibiremos a Jesús hoy? Él no vino para salvarnos de una opresión militar, política o económica. Él quiere darnos una liberación espiritual. Tenemos que recibirlo en nuestra vida para que nos haga libres espiritualmente.
Y recordamos que Jesús hoy Vive y puede reinar en nuestro corazón.