El granjero Hanarurema Bosco no se sentía humano después de perder a toda su familia en el genocidio de Ruanda en 1994 contra la minoría Tutsi en el cual se perdieron aproximadamente 1 millón de vidas.

El y su familia fueron cazados como animales por la mayoría etnica Hutu, incitados por el gobierno y la propaganda extremista propagada a través de la radio y los periódicos. Incluso líderes religiosos fueron utilizados para propagar el mensaje de odio.

Siendo el único sobreviviente de una familia de 40, el perdió toda esperanza para el futuro. En ese tiempo él no tenía fe en Cristo. El comenzó a utilizar drogas y a beber alcohol para aminorar el dolor y sentirse más humano.

Pero afortunadamente, un hombre de Dios compartió la Palabra de Dios con él y oró por él y su salvación. Como resultado, Bosco se unió a una iglesia Pentecostal. Fue allí donde aprendió que todos los humanos son hechos a la imagen de Dios.

Hoy Bosco, a quien Dios ha bendecido con una esposa y seis hijos para seguir adelante con su linaje familiar, está ayudando a sus vecinos en la provincia sur de Ruanda a transformar sus corazones y perdonar a quienes hicieron mal contra ellos y sus familias.

“El primer milagro que sucedió en mi vida fue ser transformado de esa vida a este tipo de vida cristiana”, le dijo Bosco a los reporteros de Estados Unidos quienes lo visitaron a él y a sus amigos de la aldea de Rugango. El viaje de prensa fue patrocinado por la caridad evangélica humanitaria World Vision U.S.

“Ahora yo alabo al Dios que me salvó y porque voy a poder vivir en paz con otros miembros. Mi corazón ahora está libre y Dios vive en mi. Así como Dios me ha salvado, yo quiero compartir ese amor con otros y les voy a enseñar a orar porque es por oración que yo volví a vivir”.

En agosto de ese año, la iglesia comenzó meses de entrenamiento para 84 sobrevivientes y los perpetradores del genocidio para realmente olvidar y ser perdonados desde el fondo de sus corazones. Pero hay algo más que sólo perdón.

Cada domingo, la clase se reunía por cuatro horas. Era dirigida por un facilitador comunitario de reconciliación y el sacerdote parroquial.

La llave para este grupo, llamados “Guerreros de la Paz”, es para que aquellos que participan vayan más allá del arrepentimiento y el perdón para ser realmente reconciliados y para crear una nueva forma de apoyo para sí mismos y sus seres queridos.

“Desde ese cambio de mentalidad emerge un cambio genuino de mentalidad que cambia el proceso”, explicó Mukankrange Vestine, la facilitadora del programa comunitario quien también perdió 14 miembros de su familia en el genocidio.

“Las víctimas del genocidio han perdido a sus seres amados. No tienen esposo y no tienen hijos. Asi que fisicamente no estan listas para trabajar solas. Todavía necesitan personas con quien trabajar. Las únicas personas con quien trabajar son aquellos vecinos quienes estuvieron en su contra durante el genocidio. Así que ahora lo que estás haciendo es llamar a las personas para que vengan a apoyarlos y seguir adelante juntos con el resto de sus vidas”.

En Ruanda, cerca del 20 por ciento de la población está viviendo en pobreza extrema y el 44 por ciento está viviendo en pobreza moderada. La malnutrición en los niños puede alcanzar hasta el 38 por ciento.

Gracias a la caridad humanitaria evangélica internacional World Vision y líderes de la iglesia, a esta comunidad en Rugango se le está enseñando la importancia de no depender de las donaciones.

Este grupo de 84, el cual es el primero de muchos grupos que la parroquia de Rugango planea entrenar y equipar con el poder del perdón radical, está ahora involucrado en una empresa de apicultura la cual esperan que un dia produzca suficientes dividendos para ayudar a las familias involucradas.

Hasta ahora, la comunidad está cuidando de 39 panales localizados en el bosque de la propiedad parroquial. Después del entrenamiento, todos los 84 miembros del grupo juegan algún rol en el mantenimiento de los panales. Pero debido a que los panales son relativamente nuevos, el grupo todavía no ha podido recolectar miel. Pero están esperando con paciencia y optimismo cosechar la recompensa.

Un segundo grupo de aproximadamente 86 sobrevivientes y perpetradores del genocidio de Rugango, al cual todavía no se le ha puesto nombre, comenzó su entrenamiento y clases el año pasado después del final de la primera sesión. A pesar de que el grupo todavía no ha decidido

cuál será su esfuerzo de empoderamiento económico, están trabajando con la organización humanitaria más grande del país, World Vision Ruanda, para tomar la decisión.

“Nuestro lema es la mente, el corazón y el bolsillo. Empezamos con la mente, la cual cambia el corazón”, dijo Aimable Nsengiyumva, el líder de los esfuerzos de World Vision en la Provincia Sur. “Cuando la mente es cambiada, el corazón cambia. Cuando el corazón cambia, [asi deberia ser] tambien el bolsillo”.