La humildad es una cualidad que  nos cuesta clasificar. Siempre cometemos el error de pensar que las personas desposeídas deben ser ubicadas como gente humilde.

Hay personas que deben realizar gestos exagerados para que los clasifiquemos como alguien muy humilde. Muchas veces catalogamos a una persona soberbia aun sin conocer su corazón, guiándonos sólo por nuestra intuición o parecer.

También hay quienes saben manejar muy bien sus gestos, dando apariencia de piedad pero niegan la eficacia de ella. 2 Timoteo 3:5. Cuando alguien se pone la careta de humildad, rápido se descubre el hilo.

La humildad, como el orgullo o la soberbia la podemos encontrar en los más sorprendentes grupos humanos, no son patrimonio de ninguno en especial.

La Biblia cuando habla de humildad no lo comenta como una cualidad natural, sino como una orden de trabajar sobre nosotros mismos para conseguir esa capacidad.

El mundo moderno nos tienta a lo contrario, “si queremos ser alguien en la vida debemos abrirnos paso a como sea”. Somos alentados por publicidades, filosofías y encontramos motivadores que nos plantean un mundo sólo para quienes se creen algo y sobre eso podrán alcanzar lo que se propongan.

El sabio Salomón escribió en sus Proverbios 22.4 : “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y el temor de Jehová”.

Como vemos, el mensaje que encontramos en la Palabra de Dios siempre es opuesto a las ideas de la gente cada tiempo, aunque nos parezcas inentendible, creámoslo, nuestro creador nunca se equivoca.

Cada uno de nosotros debe trabajar duro sobre su persona para ir alcanzando esa estatura y madurez en su vida privada. Para que luego desde su intimidad se puede ver reflejado gestos humildes en el trato con los demás.

Entonces si, como leemos en Santiago 4.6: Pero el da mayor gracia… Por eso también dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”.