“Un joven de la tribu llega con el anciano y le dice:
– No participaré más en el grupo

El anciano respondió:
– Pero, ¿Por qué?

El joven respondió:
– Veo a mi hermana que habla mal de otra; un grupito que vive hablando y no apoya, personas que durante la danza pareciera que tratan de lucirse en lugar de mirar el árbol y tantas otras cosas malas que veo.

El anciano le responde:
– Muy bien, pero antes de irte, quiero que me hagas un favor: toma un vaso lleno de agua y da tres vueltas por el círculo sin derramar una gota de agua en el suelo. Después de eso, puedes salir del grupo.

Y el joven pensó: ¡Muy fácil!
Y dio las tres vueltas como le pidió el anciano.

Cuando terminó dijo:
– Listo.

Y el anciano le preguntó:
– Cuando estabas dando vueltas, ¿Viste a algún hermano hablar mal de otro?

La respuesta fue: No.

¿Viste a los danzantes quejarse entre sí?
– No.

¿Viste a alguien que no estuviera apoyando?
– No.

– ¿Sabes por qué? Le preguntó. – Estabas concentrado en el vaso para no tirar el agua.

Lo mismo es en nuestro grupo y en la vida. Cuando nuestro enfoque sean nuestros pasos, nuestras oraciones y nuestra evolución, no tendremos tiempo de ver los errores de los demás.
Quién sale de un círculo por causa de otro, nunca entró a danzar, a sanar, ni a orar por la humanidad. Quien se fija en los demás, nunca entró con el fin de honrar a sus ancestros, y muchos menos a Dios.

Nunca entró para su propia evolución, de encontrar en la danza su verdadero espíritu, de servir a la comunidad.
Libérense del prejuicio, de la opinión de los demás, de fijarse en los demás, SANEN Y DANCEN”

 

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 

Hebreos 12:2

 

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.

Colosenses 3:23

 

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