Esta festividad deriva de los diabólicos ritos de los sacerdotes celtas llamados Druidas.

Los celtas eran tribus expandidas en parte de Europa, y sus creencias religiosas estaban basadas en el politeísmo (varios dioses). Uno de estas divinidades era Samán, dios de los muertos. Los sacerdotes Druidas, acostumbraban a reunirse cada año para invocar al dios Samán y a miles de espíritus malignos, con el fin de conocer predicciones para el año próximo.

Luego de que los romanos conquistaron los territorios de los Celtas (Escocia, Irlanda, entre otros), por el año 43 a.C., se añadió a la festividad de los Druidas, la invocación de Pomona, diosa romana de los árboles frutales y su celebración era el día 31 de Octubre de cada año.

A esta mezcla de festividades de corte pagano, se le añadieron un sinnúmero de costumbres, tales como el encender fogatas, divertirse con frutas y formar caras con calabazas huecas encendiendo velas en su interior. Esta fecha que también había adquirido la celebración de la llegada del otoño, gradualmente fue tomando un carácter siniestro.

En medio de estas festividades, se invocaban espíritus malignos y se tenía la plena convicción de que fantasmas, duendes y toda clase de demonios, recorrían el sector. Era el tiempo propicio para practicar la adivinación y toda ciencia oculta que en una verdadera mezcla practicaban los antiguos celtas y el paganismo romano.

Halloween era el día en que brujos y adivinos, se reunían en una adoración sistemática del mal, invocando al diablo para obtener poder.

Más tarde, el catolicismo adoptó esta tradición pagana, bajo el nombre de “Día de todos los santos”, hasta el día de hoy se practica bajo la bendición de Roma.

Luego de que esta práctica se había consolidado en toda Europa, inmigrantes Irlandeses la llevaron hasta los Estados Unidos, propagándose así, por todo latino América.

Practicándola en los colegios bilingües y luego en los boliches o discos, y de allí paso a toda latino américa.
“…no aprenderás a hacer las abominaciones de aquellas naciones… no sea hallado en ti quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni QUIEN CONSULTE A LOS MUERTOS. Porque es abominación para con Dios cualquiera que hace estas cosas”
(Deuteronomio 18:9-14)

“No aprendáis el camino de las naciones, porque las costumbres de los pueblos son vanidad”
(Jeremías 10: 2-3)