El cine supone, desde su inicio, un medio de la así llamada cultura del ocio, un medio de entretenimiento y evasión. Cuando entramos en una sala de cine, la oscuridad que nos rodea, la pantalla como único foco de atención posible y el tamaño del medio que nos transmite las imágenes e incluso el volumen del sonido, hacen que nos olvidemos de nuestra propia realidad y circunstancias, y que hagamos un paréntesis existencial para introducirnos virtualmente en la historia, los personajes, o la trama, que nos narra la película.

Ciertamente, por este paréntesis, el espectador -si la película está lograda- deja de ser mero espectador distante y vive la historia que le narran: llora con las desgracias, ríe con las situaciones cómicas o gozosas, se angustia con los nudos o dilemas que viven los personajes, incluso cierra los ojos ante lo que le atemoriza, intentando huir de esa realidad que se le impone.

La película pide que nos quedemos prendidos en “su” realidad; en cierto modo, que no hagamos nada con ella, pues es ella la que nos “hace algo”.

El artista crea una nueva realidad, no para que imite la realidad en la que vive, sino para darle su propio aliento vital, para que tenga una vida autónoma e independiente. Creando un mundo de fantasías que pueden esconder verdades sobre la realidad.

Podríamos creer que a través de la ficción se ha intentado reflejar –en un sentido artístico– los temores, proyecciones y convicciones sin pruebas, sobre asociaciones a anhelos o saberes semidesarrollados acerca de lo sobrenatural o irreal de lo que verdaderamente se ha querido plasmar o mostrar en las diferentes épocas de la historia por medio del género de ciencia ficción.

Si abrimos los sentidos agudizamos la capacidad de percepción, así vamos a poder ver en detalle que hasta el más mínimo elemento de la realidad puede ser transformado y llevado a un plano irreal creando así parte de los códigos de la ciencia ficción. Pero… ¿Qué pasaría si llevamos lo que creemos que es ficción a la realidad?

Y me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?» Y yo le contesté: «Señor omnipotente, tú lo sabes».

Ezequiel 37:3

 

El relato bíblico registra una incontable cantidad de milagros. Las historias de la Biblia están revestidas de manifestaciones sobrenaturales del poder divino. 

Entonces, ¿Es Dios un creador de ficción o realidad?

La naturaleza de Dios es el poder; Jehová es Dios Todopoderoso, esa es su característica principal, es Omnipotente, todo lo puede, es parte de su esencia y por ende de su naturaleza. En otras palabras, el PODER es parte de la naturaleza de Dios, nuestro Dios es ‘naturalmente’ TODOPODEROSO. Por lo tanto sabemos que dentro de nuestra realidad nos llena de ficción con situaciones que parecerían ficticias pero es Su poder manifestándose en nuestra vida a través de milagros inesperados.

Ciertamente, el artista busca que la historia que quiere narrar cobre vida, y para ello -así lo vemos- la llenará de experiencia, caracteres, vidas llenas y complejas, etc., una textura, una atmósfera verídica nunca antes vista. 

Dios es el Artista, el creador de la ficción de la película de tu vida. Creará un mundo de nuevas realidades dándole el toque de ficción a través de su poder milagroso. 

 

Photo: Angel Origgi / Unsplash