COMPROMISO O COLABORACIÓN
Entendí que en la iglesia hay al menos dos clases de creyentes: el que colabora y el comprometido. Al que colabora no se le puede exigir demasiado me dicen algunos pastores. Son como una especie de voluntarios, es decir personas que dan de su tiempo cuando pueden hacerlo, sirven en la iglesia cada cierto tiempo sin demasiado compromiso. El asunto es que su agenda personal está primero y si no tienen algo más importante que hacer o que se les presente, entonces sirven en la congregación. Y cuando aparecen, casi que debemos sentirnos honrados por dicha colaboración. El tema no es que Dios no quiere que tengamos vida social, que cultivemos amistades, que tengamos actividades familiares. Al contrario. Pero si este tipo de cosas siempre se interponen con un servicio en la obra del Señor, quizás nos estamos equivocando al establecer prioridades.
Sé muy bien que el compromiso es absolutamente personal, que no podemos pretender que todos sientan la misma carga por la obra del Señor, pero se debe enseñar que ser un obrero fiel implica ser parte activa para meter manos a la obra, que no se puede ser espectador y tomar un compromiso a medias y servir cuando me quede cómodo, pero sin mucha demanda. ¿Cómo nos sentiríamos si Jesús se manejara así con nosotros? Si cuando acudimos a él nos dijera: “Déjame ver si no tengo algo más importante que hacer o veo después si estoy disponible y te atiendo…”.
En nuestra familia siempre el servicio y la iglesia tienen prioridad. Con mi esposa pusimos esto en claro desde el primer día de nuestra relación y nuestros hijos fueron formados del mismo modo. Así que nos encontramos muchas veces ante invitaciones de festejos familiares, reuniones con amigos, etc., en la disyuntiva de tener que elegir, pero siempre se resuelve muy rápido. Nosotros vivimos al revés de muchos: primero el Señor y su Iglesia y si nos queda tiempo o lugar, aceptamos otras invitaciones o participamos de otras actividades. Nuestros amigos más cercanos ya nos conocen y saben que elegimos vivir así y aunque alguno no lo entiende lo acepta, porque es nuestro estilo de vida. En alguna oportunidad alguien me dijo que era muy extremo vivir así. Me decía: “No podes vivir siempre en la iglesia, así no tienen vida…”. Me causó mucha gracia esta expresión y no esperaba que lo entendiera, pero mi vida es servir al Señor. No tendría vida si no le sirviera. Incluso mi esposa siempre me dice que cuando yo estoy cumpliendo con mi servicio fielmente, es cuando mejor nos van las cosas en el trabajo, en la familia, en todo.
Sé que el llamado, la vocación, la dedicación es algo muy personal y ojalá todos pudiésemos estar tiempo completo en la obra del Señor. La gran mayoría tenemos trabajo, estudio, familia y algunas otras cuestiones demandantes y así la lista es interminable. Pero nada nos exime del compromiso, hay que buscar la forma de poder servir y ser activos en la obra.
Por eso si llegaste hasta aquí en la lectura de este libro, me gustaría que te plantees sinceramente si eres solo un colaborador o alguien comprometido en la iglesia. La justificación del que solo “colabora” es: uno hace lo que puede. Pero esa justificación banal se derrumba rápidamente, porque sabemos todos que nada se logra en la vida si uno no está verdaderamente comprometido.
Entre mis compañeros de servicio, cuando planteo estos conceptos, me han dicho que soy exagerado o demasiado exigente, y que no hay que presionar a las personas. Entonces como en todos los conceptos vertidos en estas páginas tengo que apoyarme en la Biblia, porque el mismo Jesús dijo: “Si alguno quiere seguirme, debe tomar su cruz para ser mi discípulo” (Mateo 16:24; Lucas 9:23). Cuando Jesús utiliza el concepto de la cruz, es porque todos en ese momento sabían muy bien de lo que estaba hablando. La cruz significaba muerte, y Jesús quería dejar claro que el compromiso con él era inclusive hasta la muerte. Y especialmente los primeros seguidores de Jesús muy pronto vivieron en carne propia persecución y muerte por su fe. Excepto situaciones remotas a la mayoría de nosotros, a diferencia de como sucede con los misioneros o cristianos en lugares muy peligrosos del mundo, hoy difícilmente nos enfrentaremos a una muerte real o a ser torturado por Jesús. Nuestro mayor sacrificio está en saber si estamos dispuestos a quitar de nuestras preferencias algunas cuestiones cotidianas por el servicio en la congregación. ¿A qué me refiero? Simple. A situaciones tan comunes como lo son salidas con amigos, reuniones familiares o simplemente quedarte en casa para pasar un día de ocio y descanso. Nadie dice que no lo merezcas. Pero quizás por tanto repetirnos que nos las merecemos, comenzamos a sacar de nuestras prioridades las cosas del Señor. Los verdaderos servidores de Jesús, deben tener sus prioridades bien establecidas, porque eso los llevará a tener un compromiso serio en su obra. Cuando nos comprometemos con Dios, simplemente estamos haciendo lo que se espera de nosotros y debemos considerarlo un privilegio. Nunca pensemos que debemos recibir algún reconocimiento por ser parte de su obra. Jesús dijo que cuando somos obedientes, simplemente debemos decir, sólo soy un siervo inútil que está cumpliendo con su deber (Lucas 17:10). Estás palabras no significan que nuestro servicio no tenga ningún valor para él, ni que no seremos recompensados. Esto nos sirve de medida para confrontar el orgullo y la arrogancia que nos lleva a la desidia espiritual.
Hace muy poco me reencontré con viejo amigo con el cuál servíamos juntos en la iglesia donde crecimos, siendo muy jovencitos estábamos haciendo nuestros primeros pasos en el servicio y me dice… Que bueno que seguís tan involucrado en la iglesia, voy siguiendo tus actividades y admiro tu dedicación en todo lo que haces desde hace tanto tiempo, como me hubiese gustado haber podido seguir haciendo algunas cosas como las que hacíamos de jóvenes. Entonces le pregunto que fue lo que le paso que no pudo seguir activo en la iglesia, que es lo que le impidió o que le impide servir ahora si él verdaderamente tiene el deseo de hacer cosas para el Señor. Me responde que por más ganas que tenga no es tan fácil, me dice, no se cómo lo haces pero yo no podría con todo lo que tengo encima, familia, esposa, hijos, trabajo y esas cosas tan demandantes, la vida me llevo por otros caminos y al menos puedo congregarme cada tanto, pero no puedo comprometerme en nada para hacer. Le respondo casi sorprendido de lo que me decía y le digo ¿pero que idea tenes de mi vida? ¿Pensás que vivo como un naufrago en una isla, que no tengo familia, esposa, hijos y trabajo también? Yo he decidido servir a Cristo con todo lo que me depare la vida, y puedo hacer una gran lista de cuestiones y situaciones que valdrían como la mejor excusa para no hacer nada, pero nada ni nadie me lo impide ni me lo impedirá jamás. Como dijo Josué “Mi casa y yo siempre serviremos al Señor” (Josué 24:15) es una decisión.
Les compartimos aquí en La Gaceta Cristiana algunos de los tópicos tratado en este interesante libro dirigidos a todos los lideres, obreros o hermanos interesados en el servicio al Señor,