La angustia aparece en nuestras vidas cuando menos la esperamos, llega sin que la llamemos y nos invade sin pedir permiso.
La angustia no tiene edad, ni raza, ni nacionalidad, tampoco religión. Todos podemos ser afectados por esta inesperada visita a nuestras vidas.
Muchos ante un peligro inminente son invadidos por la angustia, pero en otros aparece sin un motivo real que lo justifique, pero allí está, perjudicando la tranquilidad que deberíamos tener.
Aún los personajes más sobresalientes de la Biblia han pasado por sus momentos de angustia, es un problema humano que afecta a todas las generaciones. ¿Qué tiene Dios que decir al respecto? ¿Cuál sería el tratamiento que el Señor recomienda cuando estamos atravesando este problema?
2 Samuel 22:7: En mi ANGUSTIA invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó a sus oídos.
La recomendación es que en medio del problema debemos invocarlo al Señor, esto quiere decir que debemos ponernos en contacto con él. También nos recomienda que debemos hacerlo con cierta actitud al decirnos que lo hagamos «clamando». Tenemos que tener la certeza de que Él oirá nuestra suplica en ese momento amargo, teniendo a un Dios que se hace cargo de nuestra súplica.
Tenemos una salida, debemos usarla, cada vez que la angustia llegue a nuestra puerta podamos decirle a Dios que atienda, porque nosotros no estamos en condiciones emocionales para enfrentar la circunstancia, el si sabrá como disipar en ese momento, y su gran compañía hará la diferencia.