Qué fácil es hablar, juzgar, cuestionar o señalar a alguien que se equivoca o comete errores en la vida. Quiero recordar que vos y yo, cometemos errores también, pero no salen a la luz como los de aquellos que por ser figuras, quedan expuestos.
Muchos podrán hablar de él y engrandecerlo como futbolista, otros podrán denigrarlo como persona, pero yo, prefiero quedarme con ese ser humano que no se olvidó de sus amigos de la infancia, y que dejo «pagando» a todos los periodistas cuando vio a su amigo de la infancia entrar a un salón donde él estaba, después de tantos años sin verse.
Yo prefiero quedarme con ese hombre que nos quiso conocer y nos trató de maravillas, que se puso a contarnos anécdotas vividas con papá y que enseguida nos trató como si nos conociera de siempre.
Cuando lo vi esa vez en El Salvador, me di cuenta de que era una persona común y corriente, accesible, hospitalaria. Al fin y al cabo, la idea que nos hacemos de él, es por todo lo que los medios dicen, pero a caso ¿Lo conocimos para hablar?
Maradona hizo magia con la pelota desde que era chico (según me cuenta papá que jugó años con él desde muy corta edad), sin necesidad de consumir absolutamente nada. Llego a su vida una fama que quizás muchos de nosotros no seriamos tampoco capaz de asimilar y que Diego la enfrentó como pudo, con errores y aciertos, porque justamente, no es Dios como muchos plantean.